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jueves, 10 de diciembre de 2015

La montaña no espera


Imagen: Nives Zambon

La montaña no espera
que la hoja del árbol
caiga sobre ella.
Está. Es. Y lo sabe.
Escribir y no esperar respuesta
quizá sea la solución al misterio. 

( Cristina Carrasco)

viernes, 25 de septiembre de 2015

25 de Septembre de 2015

LLega ayer por la mañana mi chica : "¡ Cari, mira qué buena la programación de tardor del Auditori, hay ballet, ópera, hacen la obra "Sofocos" y tachán tachán....¡ La Plaza del Diamante!"... creo que esto último lo recalcó para que no hiciera mucho caso del ballet, porque a mí me apasiona pero a ella le cura el insomnio. 
Corriendo busco la manera de comprar las entradas para ver a la Colometa y, claro, hay que dar el número de la tarjeta... entonces recuerdo que el año pasado, más o menos, en el banco me hicieron una tarjeta de esas prepago que hasta ahora yacía en el cajón de los olvidos. Busco el pin para ir a cargarla y me encuentro con cuatro posibles y perdidos pins... vamos a cargar la tarjeta y acaba bloqueada porque no es ninguno de esos números.

Esta mañana voy al banco y le cuento la historia al chico de la caja. Me da el pin. Por fortuna me conoce y sabe de mi torpeza con todo lo que tenga que ver con el dinero y los bancos...

Vuelvo a casa y me dispongo ¡ ahora sí! a comprar las entradas. 

Entro en la página. Me piden localizadores y cosas que no sé. Salgo de la página. Vuelvo a entrar. Lo mismo. Vuelvo a salir ya con cierto cabreíllo...mi chica me dice que le dé a un cartelito que pone "finalizar", clico y se abre un mundo donde me piden números de tarjeta, nombres, direcciones de correos, códigos postales...más que comprando unas entradas parece que estoy haciendo un informe para la NASA. Al final, le doy al botón "confirmar". Entonces me sale un cartelito: " no ha seleccionado de qué manera desea recoger sus entradas". Vuelvo a mirar la hoja del interrogatorio ( la de la NASA) y en ningún momento se me pregunta lo que el cartelito dice que no he respondido. Miro otra vez. Nada. Otra. Nada. Deletreo cada palabra. Nada. Salgo de la página ya cuestionándome si ir al teatro o no... pero cuando me pongo cabezota me pongo.
Dudo de si se han cobrado las entradas y se me ocurre ir a la página donde está el plano para elegir las butacas y las que había supuestamente reservado aparecen como "ocupadas", entonces...¿ se han cobrado las entradas? Espero el correo electrónico de confirmación. No llega.
Entre tanto, como. 
Después de comer vuelvo a entrar. Ahora en el plano sale que las butacas están disponibles. Bien, eso quiere decir que no se las han cobrado.
Vuelvo a repetir la operación y después de alguna vuelta de peonza más, ¡compro las entradas!. 
Me llega el correo con ellas en PDF... cuando las abro sale la fotografía de la obra y el número de referencia pero la hora, la fecha y el lugar no se ven...
¡Anda que como luego no me guste la obra...!

( Cristina Carrasco)
Imagen: Agustina Guerrero ( si podéis, id a buscarla, es genial en su Diario de una volátil  y en Mamma mía) .¡ Me río tanto con sus tiras cómicas! y lo mejor es que al leerlas siento que de lo que me río en realidad es de mis propias neuras. 

lunes, 14 de septiembre de 2015

Mi primera novela gráfica


He leído mi primera novela gráfica. No es que antes no hubiera leído cómics, de hecho, sigo a varias ilustradoras cuyos dibujos subo en este blog y también sigo a algunos de sus personajes femeninos creados por ellas, pero nunca había leído una novela gráfica y ME HA ENCANTADO.
La autora se llama Julie Maroh y se titula El azul es un color cálido.  Lo único que voy a contar del argumento ( por si alguien deseara leerla) es que es la historia de amor de dos mujeres jóvenes.
Basada en esta novela se realizó un tiempo después la película titulada La vida de Adèle, que en 2013 llegó a obtener la palma de oro en Cannes.  Cuando vi la película me gustó bastante pero como suele suceder, me ha gustado mucho más la novela, ya que en determinados momentos una historia y otra no tienen nada que ver. 
Si algun@ de vosotr@s la lee le deseo que disfrute tanto como yo. 

( Cristina Carrasco)
Imagen: portada del libro

martes, 21 de julio de 2015

21 de julio de 2015

Como todos los finales de julio, los preparativos del viaje...

Hasta hace diez años  mi vida había girado en torno a Valencia: viví mi  infancia en el mismo barrio, fui a un instituto que estaba a veinte minutos andando de ese mismo barrio, la facultad me alejó de casa todo lo que puede alejar un autobús de ida y vuelta en un mismo día.
 Y mi madre encantada con la cercanía porque siempre hemos sido una familia para la que vivir en el pueblo de al lado es estar demasiado lejos unos de otros.
Pero conocí a mi pareja actual y todo cambió porque es italiana.
Cada año, en navidad y verano vamos a ver a la familia de allí.
Para mí ha supuesto un gran aprendizaje.  Estoy aprendiendo a tener lejos a seres queridos y vivir con la nostalgia de la lejanía. El teléfono, las redes sociales, Skype, todo ello lo suaviza un poco, pero siempre hay alguien lejos. 
Si estoy aquí añoro a los de allí y cuando estoy allí me pregunto qué estará pasando allá.


Entre tanto, estoy aprendiendo un país: Italia.
Con sus complejidades y contradicciones, con su sentido del humor diferente, con su música, sus ritos, sus playas pijas de tumbonas y sombrillas iguales y alineadas que cuestan un potosí según te acercas a la orilla, su topless no prohibido pero no admitido, su italiano, que a veces se me tropieza y ni yo sé lo que estoy diciendo, su moderno clasicismo, su puritanismo sin anuncios de preservativos en la televisión, sus dilemas sobre la letra del himno (cuando le dije a una italiana que el nuestro sólo tiene música y que para compensar, cuando suena, todos decimos nana, nana, nananana..., se echó las manos a la cabeza) sobre quitar o no los crucifijos de las escuelas públicas (hasta gente de izquierdas es contraria a quitarlos alegando que es la tradición). Sus helados deliciosos, su fina pastelería...

En Italia aprendo a ser extranjera, es decir,  a no creer que mi cultura es el centro del mundo.  A tener que explicar quién es Joaquín Sabina, Chavela Vargas, Isabel Pantoja o qué es el gazpacho o las fallas. Me dicen que tengo el acento de Antonio Banderas (aunque él sea de Málaga y yo de Valencia, porque a los italianos, mi italiano y el de él , que sale en la tele de allí anunciando una marca de bollería industrial, les suena igual). Allí tengo que pensar cada palabra que digo, construir cada frase en mi mente para después decirla y, muchas veces, una vez dicha, darme cuenta de  que no he hecho una correcta concordancia del sujeto con el verbo, o que una palabra no se dice como la he pensado. Aquí la mente, para hacerme entender, tiene que trabajar el doble. Y a veces, cuando estoy en grupo y quiero decir algo, después de formar la frase en mi cabeza veo que he tardado tanto que ya han cambiado de conversación. 
Algunos de ellos me pregunta por el flamenco... no saben lo lejana que me siento de este tipo de música. Los toreros... yo soy antitaurina y tengo que explicarlo. Recuerdo un año que nada más bajar del avión mi cuñada me dijo que un torero guapísimo era modelo de Armani... Yo ni me había enterado. Me hablan de Calatrava.... Y pongo una cara fea que muchos no entienden. 

Pero me gusta el contraste.  El ir y venir. La añoranza.  La lejanía y la cercanía. Sumergirme en los vericuetos de un idioma y a través de él descubrir una cultura y encontrar personas que quiero en dos lenguas aunque ello suponga vivir en un continuo encuentro y despedida.

( Cristina Carrasco)
Imagen: Kostantin Razumov




miércoles, 8 de julio de 2015

8 de julio de 2015

Aire de ventilador, gazpacho con aguacate, piel desnuda y como banda sonora, Lídia Pujol con Mariam Matrem...

Algunas personas tienen la facilidad o el equilibrio de seguir contando la historia de sus vidas en sus blogs o en las redes sociales como si a su alrededor todo fuera una balsa de aceite.
Siguen comentando sus progresos en la meditación, haciendo un diario de cómo crecen sus hijos o escribiendo sobre sus sentimientos, obstáculos y sueños sin que, en apariencia, ninguna situación social o política las perturbe.
Yo quisiera llegar a ese punto.
Como Emily Dickinson, que pasó una guerra por delante de su ventana y no escribió una palabra sobre ello.
Yo quisiera no pelearme con las noticias, que no me brotaran las lágrimas de alegría cuando en Grecia vence el NO, publicar en el blog o en las redes sociales poemas de amor y vivir en un continuo y aparente sueño de hadas y tardes de té.
Pero todavía no he aprendido y me muero de ganas de pedir firmas para millones de causas y de gritar tantas cosas y denunciar injusticias.
Me muero de ganas y si no lo hago, me siento culpable.
Entre tanto, está la meditación y la búsqueda del camino medio y ver que, tantas veces, señalo con el dedo y me dejo perturbar por el Samsara.
Ya quisiera yo tomar el té con pétalos de rosa y no mojar galletas en él, incluso en público, para no parecer maleducada ¡ pero qué buenas están las galletas en el té!.
Por ahora, pertenezco al Samsara, a este mundo tan imperfecto e injusto y grito y lloro y se me parte el corazón con cada ser enjaulado, con cada esclavitud, con todos los sufrimientos ajenos ( si es que a algún sufrimiento se le puede llamar ajeno). Y lo mejor de todo ( pese a lo que piensan algun@s) es que los tengo que escribir bien en prosa o bien en verso.
" No soy neutral" decía Mario Benedetti.
Maestro, yo tampoco.

( Cristina Carrasco)
Imagen: Sally Rosenbaum

domingo, 21 de junio de 2015

21 de junio de 2015

Imagen: Valeria koratseva

¡Qué fácil parece todo en la orilla de la mar! es como si se llevara los problemas y los cambiara por libertad.... me llevo tus ínfimas historias mundanas y te doy libertad. Puedes cogerla toda porque a mí me sobra, Te la regalo.

( Cristina Carrasco)

jueves, 18 de junio de 2015

18 de junio de 2015

Imagen: William Whitaker

Remover la casa casi entera buscando un poemario escrito en la prehistoria y nunca publicado para salvar un poema que quizá estaría bien en el nuevo poemario... revolver cajones, ficheros, y en el camino toparme con recuerdos y personas, con tiempos pasados metidos en fundas de plástico como cadáveres esperando ser reconocidos.
Encontrar el poemario después de mucho tiempo. Arrugado y quizá triste. Encontrar el poema y leerlo una, dos, tres veces... decidir después de todo, que no sirve.
En su tiempo estuvo bien. Sirvió para aprender.
Ahora tengo otra vida. 

( Cristina Carrasco)

miércoles, 11 de marzo de 2015

11 de marzo de 2015


Una mujer vestida con chador pide limosna en el centro de Milán, a pocos metros del Duomo y muy cerca  del imperio de la moda.
Pasamos frente a ella y por unos segundos dejo de andar. La mujer no parece ver a nadie. Gianna y Nieve continúan caminando sin darse cuenta de nada. Algunas veces he visto a mujeres vestidas con chador, pero nunca a una de ellas pidiendo limosna. El negro sin elección de su traje o quizá su mirada perdida y resignada me mueven la compasión y pienso en darle unas monedas...Pero tal vez esté sometida a un hombre que la explota y se quede con el dinero que ella recauda... Comienzo a caminar con un pellizco en el corazón. ¿ He hecho bien? Quizá si no llega a casa con la cantidad que le dicen, le pegan...


Podía haber comprado algunas galletas y habérselas dado... Pero Gianna y Nieve han seguido caminando entre el río de gente. Nadie se detiene en el centro de la gran ciudad. La misma que me ha engullido.
La verdad es que me estoy mintiendo. Sólo yo me he dejado comer y he optado por el camino más fácil pasando de largo figiendo tener prisa.
No hay otro culpable. 

( Cristina Carrasco)
Imagen: Barbara Zambon

jueves, 26 de febrero de 2015

26 de febrero de 2015

Imagen: Kaoru Saito


Antes que nada, quiero decir que a mí la Nueva Era me llevó al Budismo y por lo tanto he de estarle, en ese sentido, agradecida. 
Pero una vez que llegué a este refugio, miré alrededor y pude ver lo que realmente vende esta especie de nueva corriente filosófica ( la Nueva Era) mucho humo y turismo espiritual sin compromiso. Algo perfectamente compatible con los tiempos en que vivimos.

Todo es igualmente válido para la Nueva Era: los tambores de los indios azabache de Honolulú, soñar con un nativo australiano que quizá fue tu gurú en tu vida pasada, las pirámides de cristal, los cuarzos, los poderes de los minerales, la música de flautas de los gitanos de Nuevo México...Todo. Y sobretodo los cursos de meditación donde los alternativos naturistas y la mayoría de veces, snobs, como lo de flipar con LSD, anfetaminas, hierba y cosas por el estilo ya no se estila y tiene mala prensa, van a intentar flipar y a convencerse de que su gurú, aquel nativo australiano de hace diez vidas pasadas, les dirá que son seres especiales, niños índigo o cristal venidos a la Tierra a salvar este mundo y a crear la Era de Acuario ( hecho muy bien aprovechado para una publicidad de un conocido refresco producto de una más conocida todavía multinacional).

La Nueva Era ha cogido la parte más superficial del Budismo, la magia y los discursos más facilones de los chamanes, la lógica naturista de pueblos nativos, lo ha metido todo en una coctelera y cuatro supuestos seudoiluminados se han colgado el cartel de maestros y andan dando conferencias y cursos de meditación, relax, mindfuldness y cuatro cosas más por un ojo de la cara. 

Porque eso sí, para ser de la Nueva Era hay que tener al menos una flauta de palosanto, un buen cogín de meditación tapizado en seda de gusanos de la India, un cuenco que haga el sonido en do mayor, un cuenco con el sonido en sí bemol, unos calcetines de samurai japonés porque si no, no meditas como Dios manda.... señoras y señores, la sociedad de consumo llevada a los alternativos, o a la Nueva Era. 

Y después está el amor. El amor. El amor.... ¡cómo prostituye el amor esta filosofía!. 
El amor se le deshace en la boca y en el culito siente agua de limón. El amor es la moneda de cambio, el objeto, el sujeto, el predicado, el complemento del verbo y, por desgracia, la mayoría de las veces, el elemento ausente. 

Hay que amarlo todo y a todos. Eso sí, mientras tu ego maravilloso y al que la Nueva Era da tantas alas llamándolo autoestima, quererse a una misma, dejarse ser un "poquito" egoísta, que no pasa nada, diciendo refuerza tu yo, yo, yo, mi, a mí, porque a mí, porque yo.... pues eso, mientras el ego esté a salvo,  te amo porque ¿sabes? Tenemos un karma común y algún día tú y yo haremos una sesión de renacimiento ( sí, esas que cuestan todo el subsidio de este mes y la mital del siguiente...) y veremos que en otra vida fuimos hermanas. Pero... ¡ ay como me dañes el ego! como no digas en tu muro del face que este poema lo he escrito yo, como no me sienta idolatrada, como se te olvide mi fecha de cumpleaños...Entonces, se me olvida el amor, el pacifismo, el australiano aborigen, la flauta de Bartolo, los cursos de mindfulness y me lanzo a tu cuello con la navaja de Albacete del bisabuelo que sí sé seguro que tengo en mi árbol genealógico.

Y cuando se me pase el enfado volveré a ser turista espiritual y alegaré que dañaste mi autoestima, que tenía que reivindicar mi identidad, que el amor es necesario pero que a veces... Y entonces quizá  me apunte a un círculo de esos que me llaman Diosa y dicen que la sangre de mi menstruación es lo más para pintar cuadros.

Pero es que yo ni soy Diosa ni lo quiero ser. Ya tengo suficientes responsabilidades.

( Cristina Carrasco)

domingo, 8 de febrero de 2015

8 de febrero de 2015

Imagen: Barbara Zambon

Este haiku ha llegado esta mañana de domingo después de una semana sin escribir porque tenía la mente al lado de la muerte y el bardo.
Hoy, paseando con la perrita Bella y Barbara, hemos cogido un ramillete de mimosas y ha vuelto a mí la poesía. Ello quiere decir que, con lentitud de elefante, vuelven la rutina, los pájaros,  la luna, los árboles y las flores. O mejor dicho, ellos me esperaban y  la que vuelve soy yo. Renacida. 

Mimosas en la mesa:
cien soles
iluminados.
( Cristina Carrasco)





martes, 27 de enero de 2015

Libélulas

Quiero dibujar una libélula humilde y sencilla. Pequeña.
En apariencia frágil pero que atraviese océanos.
Como algunas mariposas.
( Cristina Carrasco)



¿ Qué has hecho? Me preguntas cuando llegas.
He dibujado libélulas que no quieren volar. 
( Cristina Carrasco)


Imagen: Cristina Carrasco



lunes, 19 de enero de 2015

Etty Hillesum

"Detesto la acumulación de palabras.
En el fondo, son necesarias muy pocas para decir las cuatro cosas que verdaderamente son importantes en la vida.
Me gustaría pintar pocas palabras sobre un fondo mudo".
                                                 Etty Hillesum


Etty Hillesum fue una mujer holandesa y hebrea que murió a los veintisiete años en Auswitch. Su diario y cartas se consideran el equivalente, en persona adulta, al diario de Ana Frank.
Su valor, coraje, espirtitualidad y optimismo frente a las peores circunstancias son hoy motivo de seminarios, cursos, exposiciones y estudio en muchas partes del mundo.




Imagen: desconozco su autor o autora.
              Tomada de la página de
               Facebook: Etty Hillesum,
              un nuovo senso delle cose.











  

miércoles, 19 de noviembre de 2014

19 de noviembre de 2015



Últimamente me descubro huyendo de las grandes frases, los grandes escritores y escritoras, los filósofos y filósofas de mil páginas. 
Últimamente me descubro observando  la nimiedad de abrir la ventana y encontrar en la baranda dos palomas enamoradas.
Huyo. Me escapo como el humo.....¿del cigarrillo? No. Nunca he fumado. El humo del cigarrillo me es algo bastante ajeno. Más bien me escapo como cuando haces galletas para el desayuno de mañana, quieres probar a ver si están y tienes miedo de abrir el horno para que no se esfume el calor. 

Y alguien dirá, quizá una feminista ejerciente, que ésta no es una buena comparación. Que me reafirma en mi papel de ama de casa, en el rol arcaico de mujer horneando galletitas. Pues sí. Y no me importa. O como le dijo Reth Butler a Escarlata después de cuatro horas de película: " me importa un bledo".  Una poetisa dio la merienda a sus niños y harta de todo, se horneó la cabeza.... Era contestataria, rebelde, madre.... y, por lo visto, cocinera. 

Nunca he sido una mujer fatal. Una poetisa que escribe con negro sobre blanco palabras atrevidas y valientes. 
En el salón de casa me he autoproclamado bruja porque me gustan las hierbas y, a veces, volar con escoba ( aunque este instrumento no me es imprescindible)


Imagen: Robert Doisneau


Pero a lo que iba. Huyo de las letras rimbombantes y de los poemas filosóficos.
Mi realidad es una ventana, una calle de plantas bajas, una cachorra que me tiene atrapado el nervio y un poco el alma, un haiku que me baja el corazón al estómago. La esencia de una palabra. Una mujer que está conmigo en todos los caminos. Y un mundo a veces tan cruel que debo refugiarme en el Dharma para no maldecirlo y tan bello a veces que la palabra gracias se me queda corta. 
Podría terminar diciendo que lo siento. Pero no sería verdad.
No lo siento. 
Comprendo al filósofo poeta, al que llena tu blog y tu biografía con poemas suyos para que le leas, al que desesperadamente te invita una y otra vez a sus eventos. Al que quisiera ser omnipresente y estar en todas las antologías y cada año editar un poemario que gane el Adonais o el Loewe y que su nombre figure aunque sea en el último renglón de la última página de un periódico local. Lo comprendo porque yo también quise ser así. 
Y un día
decidí ser feliz
y sacudirme el sufrimiento
de buscar el amor
a través de la fama.

Gracias si me leéis y si no, gracias también por confundirme con la niebla.
Ahora, la cachorra me pide un paseo y el día lo merece.

(Cristina Carrasco)

viernes, 10 de octubre de 2014

10 de octubre de 2014

Nos ha llegado
la enfermedad del Sur...
sólo ahora duele. 
( Cristina Carrasco)


Imagen: Debora Morelli




Y es cierto que duele.
Y duele comprobar cómo se despersonaliza a una persona que voluntariamente quiso atender a los dos religiosos traídos de África con ébola, ( que su bardo sea sereno y tengan un pronto y feliz renacimiento).

Duele comprobar cómo pueden hacer que alguien se entere de que tiene una enfermedad grave a través de los medios de comunicación, que le maten a su perro sin pruebas de tener ningún contagio, simplemente porque en su ignorancia y miedo creen que muerto el perro se acabó la rabia.

Duele saberse en manos de instituciones que en un momento dado pueden apoderarse de tu vida, tu salud y tu cuerpo sin ni siquiera pedirte por favor si pueden hacerlo.

Duelen los medios de comunicación. Alarmistas en búsqueda de audiencia.

Duele que ahora. AHORA, que la enfermedad ha llegado al hombre blanco, los países "desarrollados" tomen medidas... Medidas que si el  tema no fuera tan serio, harían reír, como por ejemplo mandar a África al ejército... ¿ El ejército? ¿ Acaso van a matar el virus con metralletas? ¿ Dónde están los médicos y las enfermeras? ¿ Dónde los medicamentos? ¿ Dónde la investigación de esta enfermedad que comenzó hace dos décadas pero como sólo estaba en África nadie se molestaba en estudiar?

Y duele que estos días se me descarne la sociedad y me aparezca un hueso sin poesía.

Pero creo que me olvido de algo. Un pequeño detalle: alguien siguió cuidando de esta persona enferma aunque el traje protector le venía pequeño...

( Cristina Carrasco)

martes, 19 de agosto de 2014

19 de agosto de 2014

Escribiendo en el balcón rodeada de lluvia.
La montaña vuelve a ser una sombra, un esbozo. Los árboles de verde rabioso, borrachos de agua, claman al cielo y las flores asisten resignadas al espectáculo cotidiano del verano que se marchó de vacaciones.

(Cristina Carrasco)
Imagen: Barbara Zambon

domingo, 15 de junio de 2014

15 de junio de 2014


Levantarse pronto para ir a ver el mar. Tren, tranvía y arena. Las nueve y media de la mañana y poca gente saludando al sol, que regala algunos de sus rayos para que el agua brille con lentejuelas.
Comienzo a caminar aprovechando que no hace demasiado calor y que no hay, todavía, demasiadas personas . Y pocos metros después de este comienzo, a mi izquierda, surge un grupo de chicas que van de despedida de soltera. Animadas, alegres, acompañadas por dos fotógrafas profesionales recogiendo para la posteridad esos momentos, poniéndose crema protectora y entre todas ellas, una chica albina se embadurna de crema mientras otra la protege con una sombrilla blanca y coqueta. Esta chica me hace recordar el cuento de La rosa albina , un relato que habla del miedo hacia los y las que son diferentes.
Sigo caminando y otro gran grupo de mujeres, esta vez musulmanas, tapadas de los pies a la cabeza dejando al descubierto sólo la cara. La mayoría viste con prendas vaporosas y los pañuelos en la cabeza son de colores oscuros pero de un gasa muy etérea. Alrededor de ellas, dos o tres carritos de niño. Intento fijarme en sus caras cuidando de no parecer entrometida y me doy cuenta de que la mayoría son muy jóvenes. Unas están sentadas sobre la arena, conversan entre ellas y se sonríen. Parecen felices y serenas.
Un poco más lejos, donde ya no hay pequeños enjambres de familias domingueras, casi en la orilla del mar, una mujer solitaria de cerca de sesenta años (si no los tiene ya o los sobrepasa), delgada, con el pelo blanco por debajo de los pechos y recogido en dos trenzas como una india americana.
No pasa nada, no hay nada que conecte a estos grupos ni a esta mujer entre ellas, salvo un sábado por la mañana de junio en una playa de Valencia con el mar vestido de lentejuelas solares y varias gaviotas plateadas buscando comida.
Parece simple, pero no lo es tanto. 

(Cristina Carrasco)
Imagen: Margarita Sikorskaia

domingo, 8 de junio de 2014

8 de junio de 2014



Personas sentadas en el césped, algunas en grandes grupos, tocando bongos, guitarras, cantando o jugando con niños y niñas.
Una señora con dos varillas unidas por dos cuerdas hace unas pompas de jabón grandísimas y nos quedamos mirando durante un buen rato, pero ella no se da cuenta, ¿o sí?.
Aroma de mijo, pita, cous-cous,  especias de la India y  libertad. En el fondo del todo, al final o al principio, según se mire, un escenario con música reaggie donde un rastafari canta imitando a Bob Marley. 
En un banco del principio, o del final, según se mire, tres mamás sentadas dando de mamar a sus bebés. Niños y niñas, con el pelo revuelto, caminando libres detrás de perros, gatos, otros niños o de pompas de jabón. Marionetas nuevas que imitan las antiguas. Reivindicaciones, pancartas, Amnistía Internacional, Radio Klara (aquellos años de adolescencia....), Salvem el Cabanyal, Unicef... Una empresa que hace casas de balas de paja ¡qué bonitas!. Gente comiendo, bebiendo cerveza y zumos naturales, rastas, tatuajes. No hay protocolo, sólo el imprescindible, el riguroso, el que se confunde con la más mínima ley cívica.
Ligera brisa marina que alivia el calor.
Poesía en movimiento. Marea humana. Alegría. Pelo largo. Mestizaje. Charlas, palabras en el viento, escucha. Fiesta. Pies descalzos sobre la hierba.
- Tía, he visto una señora con el pelo azul.
-¿A que es bonito? La yaya se tinta el pelo rojo y ella se tinta el pelo azul.
- Sí, es bonito. 
-¿Te gustan los hippies, peque?
-No.
-Bueno, pues ya te gustarán.
-Vale.
Bailemos porque otra forma de vida es posible. 

(Cristina Carrasco)
Imagen: Gina Lane