viernes, 29 de enero de 2010

LAS JULIS Y LAS ROSAS


La imagen que véis es una foto antigua en la que se ve a unas mujeres confeccionando un quilt de pachtwork ( o almazuela), que es su palabra castellana, palabra preciosa de origen árabe pero que a nadie le da la gana de utilizar porque los anglicismos están muy de moda, desgraciadamente. De mi gusto por el punto de cruz y de mi deseo perenne de aprender a hacer almazuelas os hablaré en otro post.
Hoy quiero hablaros de un sentimiento que me resurgió el otro día, cuando después de un año, conseguí escribir un relato corto un poco digno de salir del cajón de los desastres. En ese relato corto, que habla de la solidaridad entre mujeres, vino a mí un personaje que suele darse en todas o casi todas las comunidades de vecin@s: me refiero a esa vecina que si necesitas un poco de azúcar ahí está ella para dártela, si necesitas coser el dobladillo de la falda ella te lo hace en un periquete, si entran a robar en tu casa, ella va contigo a poner la denuncia...
Hasta los veinticuatro años yo viví en una comunidad de vecinos donde esa vecina ejemplar era La Juli, no, Juli, no, La Juli. Vivía en el rellano de debajo de mi casa y ahí estaba siempre para lo que hiciera falta. Cuando teníamos anginas para ofrecer cualquier remedio casero, cuando teníamos frío para hacernos una bufanda, cuando nos casamos para solucionar cualquier problema de última hora, cuando teníamos mucha gente en casa para prestarnos sillas. Era y es una mujer mañosa, valiente y solidaria.
Y ahora tengo otra vecina de la misma rama, ésta se llama Rosa y cada día me pregunto cómo sabe tanto de remedios caseros y cómo puede estar pendiente de todo aquel que necesite algo. Y lo que más me gusta es que no son mujeres mayores, no, son jóvenes, la Juli no llega a los cincuenta y Rosa no llega a los cuarenta. Y me gusta porque alguna persona que lea este post puede pensar que eso pasaba antiguamente porque entonces la gente era de otra manera. Pues no, ya lo habéis leído: son mujeres muy jóvenes.
Si vuelves de un entierro, ahí están ellas con el plato de sopa calentito para que te sientas mejor. Si vuelves de vacaciones, enseguida vienen a darte la bienvenida. si necesitas una aguja, ellas tienen tres para dejarte. Si no sabes cómo se hace el guisado de patatas, ellas te dan la receta con pelos y señales...
¡ Qué suerte tener vecinas Rosas y Julis!