jueves, 1 de agosto de 2013

No me gusta. No me gustan



Me entristecen los que olvidan hasta la inicial de tu nombre cuando ya no eres nueva, cuando surgen unos ojos verdes o un espacio diferente.
No me gustan los todólogos, esos que se creen en posesión de la verdad porque han leído cinco periódicos y están delante de un micrófono en una tertulia con otros que también son todólogos y también se creen en posesión de la verdad.
No me gustan los ateos militantes de la violencia verbal. Esos que no comprenden que en las mezquitas, las sinagogas, las iglesias, las estatuas de Buda...  hay matices de infinita belleza y bondad. No sólo de la opresión viven los dioses. Tampoco las diosas madres, las que acunan los árboles. No me gusta que vengas a decirme que soy más tonta porque creo, porque vivo en una religión de paz.
No me gustan los staffs ni las camarillas.
Me duelen las feministas que practican el apartheid con otras mujeres,  sus propias hermanas,  y caminan vendidas a filosofías de aula sin apenas realidad.
No me gustan. Me duelen.  Sé que todos cabemos y todos estamos. Sé que mis prácticas son para el mundo entero, que mis oraciones no deben alcanzar sólo a los que quiero, pero siento la necesidad de alejarme. Me voy cantando hacia los seres que viven en la humildad del agua clara y  llaman siempre para desear un buen día de  lluvia o un buen viaje entre las nubes.
Los demás,  las demás,  son maestros y maestras para que el loto crezca en el fango. Me enseñan. Debo darles las gracias.

(Cristina Carrasco)
Imagen: Catrin Welz Stein