miércoles, 19 de noviembre de 2014

19 de noviembre de 2015



Últimamente me descubro huyendo de las grandes frases, los grandes escritores y escritoras, los filósofos y filósofas de mil páginas. 
Últimamente me descubro observando  la nimiedad de abrir la ventana y encontrar en la baranda dos palomas enamoradas.
Huyo. Me escapo como el humo.....¿del cigarrillo? No. Nunca he fumado. El humo del cigarrillo me es algo bastante ajeno. Más bien me escapo como cuando haces galletas para el desayuno de mañana, quieres probar a ver si están y tienes miedo de abrir el horno para que no se esfume el calor. 

Y alguien dirá, quizá una feminista ejerciente, que ésta no es una buena comparación. Que me reafirma en mi papel de ama de casa, en el rol arcaico de mujer horneando galletitas. Pues sí. Y no me importa. O como le dijo Reth Butler a Escarlata después de cuatro horas de película: " me importa un bledo".  Una poetisa dio la merienda a sus niños y harta de todo, se horneó la cabeza.... Era contestataria, rebelde, madre.... y, por lo visto, cocinera. 

Nunca he sido una mujer fatal. Una poetisa que escribe con negro sobre blanco palabras atrevidas y valientes. 
En el salón de casa me he autoproclamado bruja porque me gustan las hierbas y, a veces, volar con escoba ( aunque este instrumento no me es imprescindible)


Imagen: Robert Doisneau


Pero a lo que iba. Huyo de las letras rimbombantes y de los poemas filosóficos.
Mi realidad es una ventana, una calle de plantas bajas, una cachorra que me tiene atrapado el nervio y un poco el alma, un haiku que me baja el corazón al estómago. La esencia de una palabra. Una mujer que está conmigo en todos los caminos. Y un mundo a veces tan cruel que debo refugiarme en el Dharma para no maldecirlo y tan bello a veces que la palabra gracias se me queda corta. 
Podría terminar diciendo que lo siento. Pero no sería verdad.
No lo siento. 
Comprendo al filósofo poeta, al que llena tu blog y tu biografía con poemas suyos para que le leas, al que desesperadamente te invita una y otra vez a sus eventos. Al que quisiera ser omnipresente y estar en todas las antologías y cada año editar un poemario que gane el Adonais o el Loewe y que su nombre figure aunque sea en el último renglón de la última página de un periódico local. Lo comprendo porque yo también quise ser así. 
Y un día
decidí ser feliz
y sacudirme el sufrimiento
de buscar el amor
a través de la fama.

Gracias si me leéis y si no, gracias también por confundirme con la niebla.
Ahora, la cachorra me pide un paseo y el día lo merece.

(Cristina Carrasco)