Imagen: Kaoru Saito
Antes que nada, quiero decir que a mí la Nueva Era me llevó al Budismo y por lo tanto he de estarle, en ese sentido, agradecida.
Pero una vez que llegué a este refugio, miré alrededor y pude ver lo que realmente vende esta especie de nueva corriente filosófica ( la Nueva Era) mucho humo y turismo espiritual sin compromiso. Algo perfectamente compatible con los tiempos en que vivimos.
Todo es igualmente válido para la Nueva Era: los tambores de los indios azabache de Honolulú, soñar con un nativo australiano que quizá fue tu gurú en tu vida pasada, las pirámides de cristal, los cuarzos, los poderes de los minerales, la música de flautas de los gitanos de Nuevo México...Todo. Y sobretodo los cursos de meditación donde los alternativos naturistas y la mayoría de veces, snobs, como lo de flipar con LSD, anfetaminas, hierba y cosas por el estilo ya no se estila y tiene mala prensa, van a intentar flipar y a convencerse de que su gurú, aquel nativo australiano de hace diez vidas pasadas, les dirá que son seres especiales, niños índigo o cristal venidos a la Tierra a salvar este mundo y a crear la Era de Acuario ( hecho muy bien aprovechado para una publicidad de un conocido refresco producto de una más conocida todavía multinacional).
La Nueva Era ha cogido la parte más superficial del Budismo, la magia y los discursos más facilones de los chamanes, la lógica naturista de pueblos nativos, lo ha metido todo en una coctelera y cuatro supuestos seudoiluminados se han colgado el cartel de maestros y andan dando conferencias y cursos de meditación, relax, mindfuldness y cuatro cosas más por un ojo de la cara.
Porque eso sí, para ser de la Nueva Era hay que tener al menos una flauta de palosanto, un buen cogín de meditación tapizado en seda de gusanos de la India, un cuenco que haga el sonido en do mayor, un cuenco con el sonido en sí bemol, unos calcetines de samurai japonés porque si no, no meditas como Dios manda.... señoras y señores, la sociedad de consumo llevada a los alternativos, o a la Nueva Era.
Y después está el amor. El amor. El amor.... ¡cómo prostituye el amor esta filosofía!.
El amor se le deshace en la boca y en el culito siente agua de limón. El amor es la moneda de cambio, el objeto, el sujeto, el predicado, el complemento del verbo y, por desgracia, la mayoría de las veces, el elemento ausente.
Hay que amarlo todo y a todos. Eso sí, mientras tu ego maravilloso y al que la Nueva Era da tantas alas llamándolo autoestima, quererse a una misma, dejarse ser un "poquito" egoísta, que no pasa nada, diciendo refuerza tu yo, yo, yo, mi, a mí, porque a mí, porque yo.... pues eso, mientras el ego esté a salvo, te amo porque ¿sabes? Tenemos un karma común y algún día tú y yo haremos una sesión de renacimiento ( sí, esas que cuestan todo el subsidio de este mes y la mital del siguiente...) y veremos que en otra vida fuimos hermanas. Pero... ¡ ay como me dañes el ego! como no digas en tu muro del face que este poema lo he escrito yo, como no me sienta idolatrada, como se te olvide mi fecha de cumpleaños...Entonces, se me olvida el amor, el pacifismo, el australiano aborigen, la flauta de Bartolo, los cursos de mindfulness y me lanzo a tu cuello con la navaja de Albacete del bisabuelo que sí sé seguro que tengo en mi árbol genealógico.
Y cuando se me pase el enfado volveré a ser turista espiritual y alegaré que dañaste mi autoestima, que tenía que reivindicar mi identidad, que el amor es necesario pero que a veces... Y entonces quizá me apunte a un círculo de esos que me llaman Diosa y dicen que la sangre de mi menstruación es lo más para pintar cuadros.
Pero es que yo ni soy Diosa ni lo quiero ser. Ya tengo suficientes responsabilidades.
( Cristina Carrasco)