Estoy contenta de que no estés aquí para vivirlo y en la tierra pura donde seguro estás, puedas vagar en libertad volando con el viento.
El confinamiento lo llevé muy bien. Para mí fue un retiro espiritual donde me creé un refugio; pero la desescalada... se me ha presentado con toda su crudeza en forma de furia.
No estoy enfadad con la vida. Ni con el virus. Ni con el samsara, que, a fin de cuentas, es samsara.
Estoy enfadada con la ignorancia. Con la irresponsabilidad. Con el egocentrismo.
El mundo se ha vuelto una senda angosta repleta de mascarillas y guantes tirados por el suelo.
Estoy furiosa como no recordaba estarlo desde hace mucho tiempo.
Quizá sean las hormonas o el futuro incierto, o el confrontamiento cara a cara con la necedad.
Soy presa de una llama que me arde y me invita al grito y a las lágrimas.
A lo largo de la historia ha habido innumerables epidemias, pandemias y catástrofes y ninguna de ellas transformó el mundo en un paraíso .
Por cierto, el otro día supe que Mary Shelley escribió Frankestein cuando estaba confinada. Para que veas que ésto no es nada nuevo.
Y ya me voy con mi mal humor, reflexiones y cuestiones. Me he dado permiso para vagabundear y pensar que quiero relajarme y tomarme un respiro en algunas cosas.
Necesito la libertad de no tener que mirar cara a cara a la idiotez.
Se despide alguien a quien todavía le falta mucho camino para la iluminación.
Que la fase cero del desconfinamiento (porque no hemos pasado a la uno) lleve hasta ti este abrazo que sólo contagia amor.
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Texto: Cris Carrasco García
Imagen: Francine Van Hove