¡Hola! ¿Os acordáis del proyecto "Caminando la plenipausia" del que hablé hace unas semanas? Pues sigo...
Y ayer vi otra vez la peli La boda de rosa que os tengo recomendada en el apartado películas. Sólo es la segunda vez que la veo, así que es un número muy prudente porque cuando me gusta una peli puedo verla hasta catorce, quince o cuarenta veces. No exagero.
Bueno, pues en La boda de Rosa se pone sobre la mesa un concepto, o mejor dicho, un acto, que yo siempre he llevado a cabo y del que últimamente y con la revolución hormonal que tengo encima, hago uso con mayor frecuencia: apretar el botón nuclear. Si el tema en cuestión nos pilla con el botón lejos, siempre podemos recurrir al consabido puñetazo en la mesa.
Dicen que esto de tener las hormonas como una cometa de pascua no es bueno para nadie y creo que es verdad, pero también creo que a mí, con una tendencia clara hacia la contemplación en detrimento de la acción, me está dando el empuje para tomar decisiones que tenía que haber tomado antes y cortar con situaciones o personas con las que ya había terminado un ciclo y yo me resistía a cortar por demasiado chocha, demasiado contemplativa, demasiado compasiva o demasiado tojunto y toalavez.
La revolución hormonal me está ayudando a decir ¡basta!, no voy a hablar contigo, o estás fuera de mi vida. Y después quedarme más relajada que si hubiera estado cinco horas meditando profundamente si esa persona, situación o constelación planetaria me pone de los nervios porque en mí reside un recuerdo ancestral radicado en la antecámara del cerebro y por eso debo aprender que todo lo que me pasa no es más que una proyección de lo que yo soy...¡pues no! que cuando se acaba, se acaba. Y chin pun. ¡Tanta historia ya!.
Eso sí, intento que sea sin dañar. O dañando lo menos posible. Porque lo del ¡basta ya! etc., lo digo para mí y luego utilizo la diplomacia. Cuando las hormonas me dejan, claro.
Eso es lo que de momento os quería contar a grosso modo sobre mi estado hormonal.
Y también deciros que hoy es el día de las pastitas de té.
(Cris Carrasco García)
Imagen: Quino