
"...Reí, reí y reí con aquella ocurrencia. Pero ella insistió una y otra vez. Me habló de la soledad de las mujeres. Me dijo que podía intentar hacer lo mismo que con los hombres pero con ellas, decía que al menos en España, y creía que era algo que se estaba dando en todo el mundo, las mujeres se estaban rebelando como las embajadoras de la cultura y el arte. Ellas abarrotaban los museos, escribían, sacaban mejores notas en la universidad, tenían más inquietudes que los hombres. Y a eso se les unía la sensibilidad y el sentimiento de soledad. Porque las mujeres se sentían solas en unos mundos hechos por los hombres. Y a las mujeres les gustaba hablar de sus sentimientos. Quizá en Japón costaba un poco más que en España, es verdad, pero estaban ansiosas por gritar estamos aquí. Recuerdo que mientras hablábamos la luna se reflejaba en nuestros vasos de sake y pensé que era un buen augurio, así que cuando se fue estuve unas semanas considerando la idea y decidí comentársela a mi madre adoptiva, la cual pasó por las mismas fases que yo cuando Victoria me habló: primero rió, luego se asombró y al final acabó considerando la propuesta. Si seguíamos así tendríamos que cerrar la okilla y montar otro negocio así que ¿ por qué no intentarlo?. Es cierto que las geishas somos una especie en vías de extinción pero también somos una institución, y si algo tienen las instituciones es su capacidad de adaptación...."