Parece que el reloj se ha parado hace ya tiempo
que las saetas no avanzan en la esfera
cuando los rugosos muros cuentan
entre el olor a orín barriobajero
de aquel tiempo en que todos
llevábamos chilaba.
La luz se abre paso a codazos en las calles
y entre lo antiguo y lo sombrío
el camión de las cervezas con su estruendo
grita desafiante
que aquí el tiempo sí pasa.
Libros de lance que huelen a guardado,
a añejo y a amarillo,
en manos de una pija
con Louis Vuiton al hombro.
¡ Guerra no! grita el graffiti
que escribió un diestro muy zurdo
y al leerlo se oye
el clamoroso, profundo y desobediente
rugido de un timbal
en manos de un okupa.
Cae la noche y el adoquinado
se sienta junto al rocío
en la acera que no existe
y el uno con el otro ríen, cotillas,
murmuran , como comadres rancias
del extravagante punk, del melenudo heavy,
del convencido burgués, del hippie-pijo, del anarko-yuppie...
todos, todos juntos en un barrio:
El Carmen
"Carnaval todo el año".
Fotografía: Bárbara