Vuelvo a estar en la red después de una pequeña odisea de virus, piratas, drivers, megas... ¡ y cuantas cosas han pasado desde que me fui virtualmente!, entre ellas, una huelga general ( una huelga general es , entre otras cosas, una situación muy triste porque nos dice de la manera más cruda que hay muchas personas que lo están pasando muy mal). Labordeta ha terminado su viaje en la Tierra... al menos por ahora. Labordeta... si hay una palabra que me viene a la mente cuando pienso en él, esa palabra es : sencillez. La voz de Aragón, que me suena tan cerca: Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veamos una tierra que ponga libertad... ninguna muerte es en vano y la suya ha servido para que al menos le cambien el nombre a un parque de Zaragoza que tenía uno de los nombres más fachosos del mundo y seguro que él, desde ese lugar donde se van las esencias de los seres a coger fuerzas para el próximo viaje, ha sonreído.
Y Adrián, el niño de mis ojos, ha comenzado a ir al cole con el saquet que le ha bordado su tía con su nombre a punto de cruz y han comenzado ha llegar las primeras anécdotas: Mamá, la seño no dice aire, dice viento. La clase de Adrián parece la ONU o un patchwork loco donde se mezclan todos los colores del mundo empezando por la seño que lleva el pelo pintado de amanecer rojizo y pasando por la niña chinita que llora al entrar y al salir con el mayor de los desconsuelos, las dos niñas con la piel de ébano, el príncipe ecuatoriano que pronto será destronado por dos hermanas que llegarán sin avisar, el profe de valenciano que para que nadie tenga dudas se llama Voro, la niña rumana con sus dos coletas rubias adornadas con pompones de colores y el mismo Adrián, con restos de Aragón, restos de Cuenca, mucho de Valencia y bastante de azerí.
Azerí. ¡qué bonita plabra ! huele a las Mil y Una noches.