viernes, 1 de abril de 2011

MANOS AZULES


Había estado en aquel lugar muchas veces. Había estado tantas veces que conocía, o creía conocer todos sus rincones, sus árboles, sus jardines y ese aroma que es mezcla de sal y luz y enigma. Conocía sus sonidos, los estruendos de ese turismo patoso que la nutre y a la vez la infecta, la voz de sus hombres de rayas.
Pero esta vez había algo diferente: mis manos estaban azules y mis huesos quebrados porque el agua se se me calaba.  Pero aún así era el mismo lugar de laberintos y mar envolvente.
Anocheció. Algo también nuevo para mí en aquel lugar, y las nubes se volvieron rosas mientras los barcos seguían abriendo sus aguas en canal.
Y aún con la novedad de las manos azules, con la aventura de la noche, estaba allí otra vez. En la Ciudad de Agua.

Autora: Cristina Carrasco