Érase una vez una cesta de mimbre. Le gustaba ser cesta, aunque su dueña , sobre todo cuando iba a la frutería, la llenaba demasiado y ella, en señal de protesta, le hacía una marca roja en el brazo. Pero le gustaba ser cesta y que su dueña la paseara de aquí para allá cargada con muchos objetos variados. Cuando más le gustaba ejercer de cesta era cuando en su interior ponían un platito con una porción de tarta que su jefa solía hacer. Entonces iban a casa de la familia, donde había niñ@s y Sofía a veces, la cogía y jugaba con ella.
Pero había algo que no le gustaba y no entendía: cuando salía a trabajar TODO EL MUNDO LA MIRABA. Y ella, una cesta tímida por naturaleza, se moría de vergüenza. ¿ Por qué la miraba la gente?. Y encima, tenía que soportar algunos comentarios dirigidos a su dueña un tanto... burlescos: " Mira, esta señora hace como las antiguas, se trae la cesta de casa", "" Si no dejas de llorar te meto dentro de la cesta que lleva esa señora" , y el comentario más simplón y menos imaginativo de todos: " Pareces Caperucita Roja"...
Al principio, la cesta de mimbre tuvo miedo que su dueña la arrinconara y comenzara a utilizar esas bolsas insulsas que venden en Mercadona y que lleva todo el mundo como si fuera un uniforme, pero pronto se dio cuenta que su jefa es una persona tímida, pero también decidida y cabezota, y por lo tanto no iba a claudicar tan fácilmente.
Cuando se dio cuenta de esta verdad, la cesta se sintió feliz y orgullosa de su dueña y todavía se sintió más INDIGNADA con esa panda de provincian@s con l@s que tenía que lidiar cada vez que hacía su trabajo.
Así que la cesta de mimbre ha decidido, como buena indignada, acampar en el comedor de la casa de su dueña con dos pancartas muy grandes en las que se puede leer : LA CESTA DE CAPERUCITA ERA MI PRIMA, NO YO" , y "¿ POR QUÉ OS ESTORBA MI ROMANTICISMO? "