Mostrando entradas con la etiqueta Mis cuentos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mis cuentos. Mostrar todas las entradas

miércoles, 1 de mayo de 2013

MENOS ES MÁS



Escribió un poema de los suyos. Y un poema "de los suyos" era un escrito con cientos, miles de letras y millones de versos que ocupaban cientos de folios.
Una tarde húmeda, a la intemperie y con el frío quebrando los huesos, lo leyó a sus amigos. Demostraron ser sus amigos porque resistieron callados, disimulando los bostezos y los movimientos seguidos y rápidos para resistir el frío. Aguantaron también las redundancias, el lenguaje que pasaba del barroco al rococó para desembocar en un bombardeo de palabras tan difíciles como ininteligibles. Cuando terminó aplaudieron y en silencio, los creyentes, dieron gracias a Dios.
Otro de sus amigos, la noche anterior había escrito sólo un verso de niño de colegio, de principiante. La inspiración lo había abandonado en ese momento. O eso creía él, porque cuando lo leyó, a todos, sin excepción, la piel se les erizó.

(Cristina Carrasco)
Imagen: Barbara Zambon

lunes, 22 de abril de 2013

ASALTO DE SOTANA


Preparando la pintura para encalar una pared, mi hermana, mi madre y yo hablamos de las noticias sobre los bebés robados.
Mi hermana dice que ella recuerda cómo en los ochenta había mucha obsesión con no dejar a los bebés solos en el hospital, con no perderlos de vista, con tener mucho cuidado, y mi madre, mientras remueve la pintura nos dice en voz muy baja:
- ¿ Os acordáis de Ramón, el de Áurea, la vecina de la abuela?
- Sí, uno que cuando yo era pequeña decíais que era un gamberro porque pegaba carteles, llevaba el pelo largo y a veces lo detenían los grises...
- Sí. Pues ese chico no era hijo de ella, una noche apareció un cura con él recién nacido...
- ¿ Y nadie preguntó nada?
- No.
- Cruzamos las miradas y no hablamos. Nos ha asaltado el país de las sotanas, el silencio y el secreto.
Entonces Esther comienza a pintar con brochazos rápidos. Hay toda una pared que blanquear.

(Cristina Carrasco)
Imagen: Lita Cabellut

sábado, 30 de marzo de 2013

CERTEZAS


Andando por la calle, un hombre se pone a mi misma altura:
-¿Sabes dónde hay un locutorio cerca?
-No, lo siento.
-¿De dónde eres?
- (Silencio y vista al frente).
-¿Eres de España?
-(Silencio y vista al frente)
-¿Pero eres española?
-(Silencio y vista al frente).
-Eres cubana. El pañuelo rojo en la cabeza te delata. ¡cómo me ponéis las cubanas!.
Así son algunos hombres de mi pueblo: un pañuelo en la cabeza y no naciste en España, te conoces todos los locutorios y eres jinetera.

(Cristina Carrasco)
Cuadro de la PINTORA CUBANA Alicia De La Campa.

viernes, 1 de febrero de 2013

EL CARTERO DE CRIS



Casi todas las mañanas lo oigo. Viene con su moto y reparte las cartas del barrio. Sin dudarlo dos veces,  voy a la ventana y le miro. Entonces siento un extraño sobrecogimiento. Escruto cada uno de sus movimientos y pido no sé a quién ni a qué, que deje algo en mi buzón.Algo que no sea la factura del móvil. ALGO MARAVILLOSO que hable de lejos, que cuente cosas en otro idioma, que sea una sorpresa, que me diga que alguien quiso saber mi dirección y mi número y escribió algo, y lo mandó, y ya está aquí.
Él sabe que estoy en la ventana, y a veces, mira hacia arriba y me dice no con la cabeza o con el dedo. Yo le hago un gesto de agradecimiento y doy un paso atrás. La cortina vuelve a su sitio, el cartero a su trabajo y yo a mi rutina.
Así un día tras otro. A veces me pilla en la calle y más de una vez he ido hasta él  y le he preguntado :
 " ¿Tienes algo para la 25-1? Y él siempre ha respondido: "No".
Cuando el cartero está de vacaciones o tiene la gripe reparte las cartas una chica que también me conoce y me dice no con la cabeza.
Quizá mañana haya más suerte.
 Menos mal que siempre hay un mañana.
Porque yo sé que algún día llegará un paquete en un sobre blanco muy grande. Algo que no será ni la factura del móvil ni un paquetebomba. Algo que vendrá de muy lejos...
Sí, ya sé lo que estáis pensando, que el cartero me dejará un aviso y tendré que recogerlo en correos, pero no, no será así. Porque es demasiado el tiempo que llevo esperando el paquete como para recibir sólo un aviso. Además, él ya sabe mi calle, que vivo en  el 25-1, que hace mucho tiempo que espero una sorpresa y  que ese paquete inmenso, por fin, es para mí. Así que, en un alarde de generosidad, se saltará las reglas y me traerá el paquete viajero.
Mientras tanto, ahí siguen la ventana, el ruido de la moto, el sobrecogimiento, el paso atrás y el andar a mirar en el ordenador.
Quizá algún día llegue un e-mail que no me pida firmar para detener una guerra.
Quizá algún día un e-mail venga envuelto en terciopelo.
Quizá mañana haya más suerte.

(Cristina Carrasco)

lunes, 19 de noviembre de 2012

ESOS ANCIANOS



Cuando en la tribu había algún problema él siempre estaba ahí. Con su pelo blanco y su boca desdentada, ofreciendo palabras y consejos aprendidos en el tiempo. Y ella también estaba ahí, con su pelo recogido y su piel rizada. Era los ancianos de la tribu. Los sabios.
Pero pasó el tiempo y el mundo comenzó a sufrir amnesia. Apartó a aquellos ancianos de gesto lento porque en el tiempo de la prisa la lentitud era un defecto y en el tiempo de la estética la piel rizada era un espejo donde daba miedo mirarse.
Aquellos jóvenes que se creían grandes pensadores y soñaban con la riqueza, comenzaron a desperdiciar toda el agua que tenían y los ancianos sabios se sentaron un día en la puerta y dijeron: " si siguen a este paso, morirán de sed". Casualmente, quedaron grabados tras los párpados de una cámara.
El agua se agotó y llegó el tiempo de morir de sed.
Entonces, la radio, la televisión, internet y todos esos medios modernos, dijeron que aquellos ancianos eran adivinos. Nadie recordó que en el comienzo de los tiempos todo el mundo pedía consejo a los más viejos de la tribu. Los sabios.

martes, 28 de agosto de 2012

gastroenteritis a la italiana



Hace tanto tiempo que no publico una de mis historias de trasto con patas que no sé si sabré hacerlo, pero lo voy a intentar:
Como algun@s sabéis , ando , como últimamente pasa cada agosto, por Italia, de visita a la familia política. Una familia digamos que " a la italiana", es decir, somos ocho en casa ( dos ancianos, dos adolescentes, una pareja que a veces quiere ser cuerda y nosotras dos, una italiana y la otra que no sabe muy bien si procede de la luna , esta última soy yo).
Salimos una tarde con la pareja que quiere ser cuerda (hermano y cuñada de Barbara) a visitar un pueblo cercano  y a comer calamares a la romana. Y ahí comienza todo. Después de los calamares.
Noche larga, muy larga por mi parte, intestinos que piden paso a cada momento, Barbara que duerme y no se entera de nada hasta la mañana siguiente...
Y con el alba, la familia italiana también se entera de que "tengo la tripa revuelta". Comienzan los remedios caseros: " Nada de fruta" " Yo en España cuando estoy así siempre tomo manzana" " ¡ Nada de fruta!. Y opto por hacer caso a la contundencia de la suegra siciliana. "Pan, tienes que comer pan, para que se empiece a hacer bola", "¿con aceite?" " Ma, qué "cazzo" (que es lo mismo que decir qué c...ño, con aceite? El aceite lubrifica, y hay que hacer bola". A estas alturas ya me he dado cuenta de que me dispongo a pasar una diarrea a "la italiana". Sin manzanas, con mucho pan, mucha patata, nada de aceite y todo seco para ""hacer bola".
Y a todo ésto unimos el sentido extremo de solidaridad familiar italiana. El hermano de Barbara, tal día como el que estamos hablando pensaba hacer para comer spaghetti con peperoni, ajo y no sé qué otra cosa picante más.
Barbara- Cris comerá arroz cocido.
Hermano- Entonces todos comeremos arroz cocido. Se aplazan los spaguetti.
Cris- No, yo como arroz cocido y los demás podéis comer spaguetti.
Hermano- Nada de eso, todos arroz cocido. Maddalena, tú quieres arroz ¿ verdad?
Maddalena- No.
Hermano- Sí, porque ya no hay spaguetti.
Y Maddalena calla mientras yo espero que a partir de ésta no me coja manía.
Pero pasan dos días y " la bola" no da señales de vida.  Vamos al farmacéutico que también es el herborista y el remediapenas de las señoras solteras y malcasadas del pueblo y le contamos lo que sucede:
- Si aún no se le ha pasado es que es un virus. Si come, alimenta el virus. Así es que lo mejor es que no coma.
Salgo de la farmacia con cierta duda sobre el remedio infalible del farmacéutico- herborista- remediapenas, pero Barbara, me tranquiliza súbito: " Este tío es gilipollas". ¡ Bien! al menos esta vez no moriré de hambre.


Cuando volvemos a casa recojo las pocas fuerzas que me quedan y me dispongo a dar una vuelta por el prado de la casa, pero la vuelta es corta, porque cuando aún no he andado ni diez metros, una avispa se mete entre mi tobillo y la sandalia ¡ y me pica!, ¡ Dios, me pica!, ¡ a mí, que nunca mato una mosca, que nunca le hago nada a ningún insecto por repelente que me parezca!¡a mí, que llevo dos días nada más que "haciendo bola"  como un escarabajo pelotero, comiendo pan y carbohidratos por un tubo, y ahora una avispa me mete veneno en el tobillo!.
Vuelvo a casa a la pata coja, con la sandalia en la mano, diciendo que me ha picado una avispa. Y la familia italiana vuelve a hacer cónclave en torno a mí:
- Si todavía le duele es que tiene el aguijón dentro- Dice la suegra siciliana, apretando el tobillo con una fuerza inaudita para sus ochenta y dos años.
- Mamá, que le estás haciendo daño
-Hay que desinfectar el picotazo.
--¿Te duele?
-No, no tanto ¿verdad?
-Pues ¿cómo no le va a doler? ¿ Qué a ti no te ha picado nunca una avispa?
-Pobrecilla, encima de la diarrea...
-¿ Cuántas veces has ido hoy al baño?
Siento que estoy al borde del desmayo. Quiero gritar y lo hago para que todos salgan del cuarto de baño ¡el intestino pide paso otra vez!.
Y por primera vez en muchos días estoy sola. Y harta. Harta de los calamares a la romana, de los virus que me crecen , de los farmacéuticos que estudiaron en laggers nazis, de las avispas con aspiraciones de abejorros. Entonces hago lo que suelo hacer cuando estoy harta: me pongo a llorar. Sentada en el W.C, con el pie en alto y limpiándome los mocos con el papel higiénico.
Mientras, al otro lado de la puerta, Barbara:
-Cariño, no llores, que no puedes perder más agua de la que ya has perdido...

domingo, 8 de julio de 2012

CARTA A LA HABITANTE DE UNA NUBE



Querida Chiqui:

Han pasado varios días y ha tenido que venir Sofía, que ya sabes, sólo tiene tres años,  a decirnos dónde estás: en una nube del cielo de los perros.
Y ya he dejado de buscarte en los rincones de la casa, en tu jarrita del agua, en tu cesta de mimbre.
Sofía nos ha informado bien, tenemos que pensarte, plácida y serena, en un vapor de nube. Y desde allí nos miras y sigues ladrando cuando llaman a la puerta.
Otra vez sana. Con tu cansado cuerpecito durmiendo entre adelfas.
Y ahora sé que hay una nube que se llama como tú.

Hasta siempre, pequeña.

Cris

P.D: Gracias Sofía por tu aplastante lógica de tres años.

lunes, 28 de noviembre de 2011

EL MEJOR ARQUERO DEL MUNDO

( Imagen extraída del blog mundilina.blogspot.com)


Hace muchos años, cuando mi vida estaba muy lejos de la filosofía oriental y sólo me preocupaba de la filosofía occidental como asignatura en la facultad, un profesor me contó un "cuento chino", que con el paso de los años puedo decir que no es un cuento chino, sino japonés, muy unido al budismo zen.
En esta historia, un joven va en busca del mejor arquero del mundo para batirse con él y tomar su lugar. Después de mil encuentros y peripecias ( ya conocemos la extraordinaria capacidad de fabulación de l@s orientales), llega al lugar donde está el mejor arquero del mundo y entonces el muchacho le dice que quiere batirse con él, a lo que el hombre le responde:
- No puedo competir contigo porque no tengo arco.
Estos días recuerdo esta enseñanza y me la aplico a mí misma. Estoy a punto de finalizar una travesía que ha sido agridulce para mí  pero de la que, creo , he aprendido mucho.
De estos recuerdos,  de este cuento y del aprendizaje que he recibido estos últimos meses, ha nacido el último microrrelato del curso que estoy haciendo. Espero que lo disfrutéis.

                                                           ZEN
Cuando era joven, quiso batirse con el mejor arquero del mundo y recibió una lección que sólo entendió con los años.  Ahora que la juventud es recuerdo, se ha sentado frente al espejo, ha visto pasar los celos, las envidias, las luchas internas, las competiciones.... Y les ha transmitido, uno a uno, aquella enseñanza:
-No me batiré con vosotros. No tengo arco.

martes, 1 de noviembre de 2011

EXTRAÑA

                     ( Imagen de Victoria Francés extraída del blog diario del arte.blogspot.com)

Cuando llegó el momento de buscarme un nombre, mi comunidad acordó llamarme Extraña. Porque nunca me gustaron las tinieblas ni las orgías de sangre y en lugar de ir a las fiestas en los cementerios prefería soñar con palacios de cristal.
Mi comunidad intentaba no excluirme, pero al no comprenderme, sólo me toleraban. Hasta que un día, Él, nuestro jefe supremo, me habló:
“Debes buscar tu camino, Extraña. Con nosotros te consumes en las tinieblas y buscas la luz por cualquier rendija. Tu piel es tan transparente como la nuestra pero amas la luz y tus vestidos blancos nos deslumbran. Aquí siempre tendrás un lugar, pero sabes que tu mundo es otro”.
Decidí partir, en honor a ellos, la noche de las ánimas y desde el cementerio. Me pidieron permiso para celebrar el ritual de despedida vampírico que consiste en sorber, cada miembro de la comunidad, unas gotas de la sangre del que parte, aunque en mi caso, y dada mi repulsión hacia estos rituales, el único que sorbió fue Él. Después esperé la madrugada y comencé a caminar con los primeros rayos de sol. Bajo un árbol encontré unas mujeres vestidas de blanco que me guiaron al centro de la Tierra, donde estaba el palacio de cristal de mis sueños. Allí me esperaba la reina de todas nosotras.
--Bienvenida- Dijo- Por fin encontramos a nuestra hija perdida, la guardiana de los peregrinos en el Camino de Santiago.
Y desde entonces, ese es mi cometido.
Algunas madrugadas voy a los cementerios y visito a los miembros de mi antigua comunidad. Ya no me llaman Extraña, ahora saben que mi nombre es Meiga de Castro.

lunes, 10 de octubre de 2011

LAS SOMBRAS DE VENEZIA


--Si está escribiendo una carta de amor, nos vamos. — Dice Marco.
--Y si está escribiendo una novela de misterio ambientada en Venezia, también.-Contesta Antonio.
--Mirad el blanco de la espuma golpeando el negro de las góndolas. — Observa Giovanni.
Mientras hablan, van caminando hacia una mujer que está sentada en la riva y escribe en un cuaderno. Marco, Giovanni y Antonio se sitúan a su espalda e intentan leer lo que la mujer escribe.
--Creo que es un poema… ¡Sí! es un poema…”diva con pamela… Venecia…” ¡Sí!—grita Marco con los ojos rebosando felicidad—Es un poema dedicado a Venecia, ¡es una de los nuestros!
Giovanni sonríe y Antonio se atusa su peluca. Pero la poetisa aún debe pasar la prueba definitiva en la noche de Venezia, cuando los turistas duermen agotados y los que la aman de verdad pueden disfrutarla.
--¿Vendrá?- Se preguntan una y otra vez Antonio, Giovanni y Marco.
Y surge como un pajarillo nocturno, paseando por la piazza San Marco. Sorprendida, se detiene al ver sobre el piano de cola que hay en la puerta del Florian, un pañuelo de seda al lado de un violín. Pasa su mano por el pañuelo y nota su tersura. Entonces, surgen tres sombras que la rodean mientras van tomando forma humana. La primera es un hombre con peluca blanca y barroca, que coge el violín y comienza a tocar una melodía. La segunda es otro hombre con un pincel en su mano derecha. La tercera es un chico joven con arena de muchos caminos en su ropa.
-- Buona sera, signora- Dice Marco, el chico joven,— usted no viene, le hace fotos y se marcha. Usted la ama como nosotros. Es cierto lo que escribió en su poema. Es una diva. Una diva desconchada pero aún bella. Siga amándola, aunque sea fría, plomiza, húmeda y en verano, abrasadora. Aunque al abrir su ventana encuentre cualquier turista fotografiando el clavel que aún no ha salido en el alféizar, siga amándola y admírela. Sólo así no se hundirá. Oh , disculpe, no nos hemos presentado. Me llamo Marco, Marco Polo, él se llama Giovanni, pero todos le decimos Canaletto y el músico se llama Antonio, para el mundo, Vivaldi.

lunes, 11 de julio de 2011

BOMBONES DE LICOR


Estoy desolada. No, no estoy desolada. Estoy ahorcada en vida y lo peor de todo es que no me muero.
¡ Oh, por qué tiene que pasarme esto a mí!. De ahora en adelante la única aspiración de mi vida será morir escupiendo sangre , tumbada en un sepulcro y empapada por el agua torrencial de una tormenta. Porque mi reputación está por los suelos y jamás la recuperaré.
¿ Que qué ha ocurrido para que me encuentre en tal estado de desesperación? . Muy sencillo.
Ayer fue la última fiesta de la temporada en casa de Lady pololos Pelo de Estropajo ( ese no es su nombre verdadero pero yo la llamo así porque su pelo podría dejar cualquier olla como los chorros del oro) , bueno,  pues como siempre, a la hora del baile mi carné estaba vacío. No, no es ésto lo que acapara mi gran pesar. En espera de algún pretendiente, me coloqué donde siempre suelo hacerlo: en el rincón donde ponen los bombones de licor. Así, mientras veo a otras danzar, disfruto paladeando el sabor del chocolate y el licor. A veces me deslizo hacia una pieza cercana y allí, mientras escucho la música, bailo yo conmigo misma sin que nadie me moleste, pero al intentar buscar una habitación grande, despejada y con buena acústica, observé que la mejor candidata ya estaba ocupada por una señorita, de quien muy pronto averiguaré el nombre, y que bailaba  sola como si el mundo fuera a acabarse.
Bueno, pues ahí quedé yo, al abrigo de los bombones de licor y en espera de algún osado forastero que no conozca mi fama de extravagante. Al final de la noche, comencé a sentir un ligero mareo que achaqué al corsé demasiado apretado, hasta que recordé que nunca llevo ese instrumento de tortura. Pasada alguna hora más, vi entre la multitud dos jóvenes que sin duda eran gemelos porque eran dos gotas de agua. Guapísimos y ¡ forasteros! que se me acercaron. Y no sé por qué, los vi entre brumas. Los dos hablando a la vez y extendiendo el brazo a la vez, me pidiron la última polka. Intenté levantarme de la silla pero las brumas se hacían cada vez más densas y las piernas me temblaban hasta que acerté a musitar algo y... ya no recuerdo más. He despertado hoy en casa con una jaqueca terrible.
Hay quien dice que la culpa la tiene las dos bandejas de  bombones de licor que me comí.

lunes, 4 de julio de 2011

LADY POLOLOS VIOLETA


Desde hace unos días pertenezco a un club muy especial: EL CLUB DE LOS POLOLOS. Y soy Lady Pololos Violeta. La idea fue de Wendy, que habita en el blog lunaticaluz.blogspot.com.
Como miembra del club, tengo mi carné de baile, en el cual estoy dispuesta a escribir el nombre de tod@s aquell@s que deseen bailar conmigo un vals, una mazurca, una polca y ¿ por qué no? un tango. El rock and roll creo que es demasiado moderno y se me enredarían las enaguas, claro que con el tango también se me pueden enredar, pero ya me apañaré.  Por ahora mi carné está vacío pero espero llenarlo muy pronto porque no me gustaría ser la típica lady destinada a quedarse en un rincón hasta que ya casi acabado el baile alguien se apiada de ella y la saca a bailar el último vals, uf, qué rollo ésto de esperar a que alguien te pida un baile. En ese aspecto los tiempos modernos están mejor porque no tienes que pasarte la vida esperando a que llegue tu caballero ( o caballera). Aunque no tienen el romanticismo de los pololos y las enaguas.
La mías son preciosas ( las enaguas, me refiero) con muchas lorzas, algunos encajes de Bruselas y unos lazos de color azul que a veces se desatan y asoman indiscretamente por el borde de la falda.
En los ratos libres me dedico a tomar el té con las amigas, bordar, escribir y leer a Jane Austen, una chica con un poco de sentido y bastante sensibilidad. ¡ Ah! a veces también paseo por la playa y entonces me quito los pololos y las enaguas, que hace demasiado calor , y luzco un precioso bikini de color blanco, pero éste es nuestro secreto. Por favor, no se lo digáis a nadie. Bueno, creo que con estos pequeños actos subversivos en lugar de parecer una lady parezco más una Scarlet O´hara ... A Dios pongo por testigo...Que Reth Butler no copará todo mi carné de baile porque acabo de reservarme para mí misma tres valses y dos polcas. Los tiempos cambian.

martes, 7 de junio de 2011

LA CESTA DE MIMBRE

Érase una vez una cesta de mimbre. Le gustaba ser cesta, aunque su dueña , sobre todo cuando iba a la frutería, la llenaba demasiado y ella, en señal de protesta, le hacía una marca roja en el brazo. Pero le gustaba ser cesta y que su dueña la paseara de aquí para allá cargada con muchos objetos variados. Cuando más le gustaba ejercer de cesta era cuando en su interior ponían un platito con una porción de tarta que su jefa solía hacer. Entonces iban a casa de la familia, donde había niñ@s y Sofía a veces, la cogía y jugaba con ella.
Pero había algo que no le gustaba y no entendía: cuando salía a trabajar TODO EL MUNDO LA MIRABA. Y ella, una cesta tímida por naturaleza, se moría de vergüenza. ¿ Por qué la miraba la gente?. Y encima, tenía que soportar algunos comentarios dirigidos a su dueña un tanto... burlescos: " Mira, esta señora hace como las antiguas, se trae la cesta de casa", "" Si no dejas de llorar te meto dentro de la cesta que lleva esa señora" , y el comentario más simplón y menos imaginativo de todos: " Pareces Caperucita Roja"...
Al principio, la cesta de mimbre tuvo miedo que su dueña la arrinconara y comenzara a utilizar esas bolsas insulsas que venden en Mercadona y que lleva todo el mundo como si fuera un uniforme, pero pronto se dio cuenta que su jefa es una persona tímida, pero también decidida y cabezota, y por lo tanto no iba a claudicar tan fácilmente.
Cuando se dio cuenta de esta verdad, la cesta se sintió feliz y orgullosa de su dueña y todavía se sintió más INDIGNADA con esa panda de provincian@s con l@s que tenía que lidiar cada vez que hacía su trabajo.
Así que la cesta de mimbre ha decidido, como buena indignada, acampar en el comedor de la casa de su dueña con dos pancartas muy grandes en las que se puede leer : LA CESTA DE CAPERUCITA ERA MI PRIMA, NO YO" , y  "¿ POR QUÉ OS ESTORBA MI ROMANTICISMO? "

sábado, 14 de mayo de 2011

LA TIERRA TIEMBLA


El Principito siempre deshollinaba sus volcanes y cuidaba la única flor de su planeta, por eso Su Tierra lo amaba. Pero nosotr@s hemos olvidado deshollinar nuestros volcanes y cuidar nuestras flores, por eso Nuestra Tierra tiembla de frío. Sufre de falta de amor y se mueve de acá para allá buscando caricias . Está tan triste que no puede evitar estremecerse.
El otro día hablé con ella y me dijo que está pensando en hacer las maletas, aprovechar un vuelo de pájaros y dejarnos aquí, sin suelo, sin mar, sin árboles y sin volcanes que deshollinar.


Un beso para Lorca.
Una caricia para la Madre Tierra.



sábado, 5 de febrero de 2011

QUEDA LA NIEVE. FINAL

Mi abuela siempre contaba que ella fue la primera persona que me vio en este mundo. La primera que me cogió en brazos y la primera que me dijo palabras hermosas. Tal vez por ello, entre nosotras siempre hubo un amor que va más allá de lo terrenal, sabemos en todo momento lo que cada una siente y no necesitamos las palabras para comunicarnos. ¿ os dais cuenta de que ahora hablo en presente? Sí, porque ella siempre está aquí, donde yo, aunque no la veamos, siempre siento a mi alrededor su aroma de trópico mezclado con azahar y siempre oigo sus cancioncillas mezcladas de son y pasodoble, de danzas y polkas y salsas.


Quizá porque estamos tan unidas, fue a mí a la única que le confió su miedo cuando vio que se acercaba el fin de su viaje en la Tierra. Una tarde, cuando yo ya tenía dieciocho años fui a verla y vi cómo su mirada se perdía melancólica en el infinito. Estaba nevando y me pidió que abriera la ventana y le pusiera en las manos un poco de nieve. Lo hice y noté cómo sus manos iban poco a poco enfriándose. Me dijo que tenía ganas de irse de viaje. A ese lugar lejano donde estaba García Lorca para bailar con él un pasodoble y enseñarle a bailar tangos. Sonreímos las dos y me dijo que cuando se fuera, no podía llevarse su cuerpo, porque era muy pesado, como el cuerpo de El Principito ¿sabes? así que mejor enterráis mis cenizas bajo la nieve. Y dejáis la lista de cosas que tengo que preguntarle a Dios también enterradas en la nieve porque no quiero que ninguna se me olvide. ¿ Sabes? yo iré y le preguntaré y después de saberlo todo, volveré contigo y me quedaré a tu lado para siempre. La novela, ya sabes, Queda la Nieve, te la quedas a ver si de una puta vez alguien la quiere publicar. Dame la mano que tengo un poco de miedo. Nos cogimos las dos y noté el frío y la humedad de la nieve enfriando mi mano. Después dio un largo suspiro, apoyó la cabeza en el respaldo de la mecedora y el alma se le escapó del cuerpo.

Enterramos sus cenizas bajo la nieve y también la lista de cosas que debía preguntarle a Dios . Cuando vi esa lista , la tristeza que sentía se convirtió en ternura hacia Gabriela. En ella, le planteaba a Dios dudas existenciales sobre el por qué de la vida, el por qué de las injusticias, el por qué del hambre, el por qué de las guerras... pero entre estas dudas estaban otras que para ella habían tenido la misma importancia que las anteriores . Mi abuela le preguntaba a Dios por qué las naranjas nacen en invierno, cuando nadie tiene sed, por qué todo el mundo se empeña en ver feo a Mike Jagger, uno de los hombres más atractivos del mundo, por qué la Ingrid no se quedó con el Humphry...

Cuando volvíamos de dejar las cenizas bajo la nieve, se desató una tormenta que de no haber sido en Ginebra, todo el mundo hubiera calificado de tropical. En un momento y sin previo aviso, rayos, truenos y centellas cayeron entre un mar de aguas que pasaron como una exhalación y dejaron atrás un río de desperfectos y siniestros. El informativo achacó este extraño suceso al cambio climático, pero toda la familia y sobre todo yo, supimos que por esta vez no tuvo la culpa que el tiempo haya decidido volverse loco, sino que la causante no era otra que Gabriela pidiéndole cuentas a Dios.



viernes, 4 de febrero de 2011

QUEDA LA NIEVE. PARTE III


Todo se enredó sin que nadie, y mucho menos Gabriela supiera cómo había sido. Todo el mundo tomó partido, unos por convicción y otros a la fuerza. Al principio, las nanas fueron sustituidas por canciones que decían algo así como A las barricadas o Ay Carmela, pero poco tiempo después, la guerra fue haciendo de las almas pasas arrugadas envueltas en corcho empeñado en no sentir. Las nanas se ahogaron en las gargantas, y el Ay Carmela, y las barricadas cayeron a fuerza de cañonazos. Y cuando los que no iban a pasar pasaron y se quedaron, Gabriela, Vicente y su hija compraron pasaportes falsos y se subieron a un coche negro como una película de misterio. Antes, Gabriela y Adela habían llorado abrazadas, habían jurado escribirse y habían jurado mandarse libros y felicitarse los cumpleaños y cerrar los ojos cada noche antes de dormirse y cantar una nana en susurros que el aire llevaría hasta donde estuviera la otra. Todo eso juraron y todo eso cumplieron hasta que muchos años después pudieron verse.


Vicente tenía amigos en Ginebra que le prometieron trabajo, casa y ayuda y allí se detuvo el coche negro como una película de misterio. De allí bajaron con olor de exiliados Gabriela, Vicente y mi madre, que entonces , como todos ya sabréis, no era mi madre sino una niña asustada y constipada. Nada más instalarse, Gabriela se enfrascó en la ardua tarea de aprender francés y lo consiguió. Para practicar el francés escrito, decidió hacer una reflexión de todas las cosas que había vivido y una lista con las dudas y reproches que debía hacerle a Dios cuando se fuera al cielo. Estaba enfrascada en ello cuando una mañana de noviembre el cielo se puso de un color gris blanquecino . Y de repente, en medio del silencio más absoluto comenzaron a caer copos de nieve. Gabriela no había visto la nieve en su vida. Sólo había conocido el sol caribeño y el sol mediterráneo, el calor del trópico y la luz de Valencia, por eso, corrió hasta la calle y cogió algunos copos de nieve que se le deshicieron en las manos y se las congelaron y decidió dar carpetazo a su tristeza de exiliada. Decidió que ya estaba bueno de tanta lágrima nostálgica de sol. Esto era lo que era y esto era lo que había. Y la podían privar del sol y la podía privar del olor de azahar porque ahora había descubierto la belleza oculta de la gélida Ginebra. Y cantando un son cubano mezclado a ratos con pasodoble fue a comprarse una máquina de escribir. Cuando llegó a casa le puso un papel como buenamente supo y pinchando las teclas como el que pincha aceitunas marcó en el papel : Queda la nieve.

Mi abuela había decidido escribir una novela. Pero como sabía que de novelistas viven muy pocos, decidió que ella también quería ser independiente como esas mujeres que contaba Adela, y le dijo a mi abuelo de montar en un cuadrado muy pequeño que un amigo le había propuesto alquilar, una librería. Así, entre olor a papel y sonido monótono de máquina de escribir, mi abuela se adaptó a Ginebra, a su frío, a su lago y a la seriedad de sus gentes . Pero no olvidó ni por un momento todo lo que traía de Cuba y todo lo que había aprendido y visto en Valencia. Así que muchas veces, cuando entraba en la tienda el posible cliente se encontraba con una mujer de piel de chocolate que siempre sonreía con ojos pícaros y boca sensual, que desprendía calidez de trópico y olor a cacao mezclado con azahar. Como un tucán que trae olores de la selva y colores del paraíso.

Y volvieron otra vez los días del ensueño. La tranquilidad se reinstaló en las vidas de Vicente y Gabriela mientras mi madre, que por cierto, no sé si he dicho que se llamaba Adela como la tía de valencia, crecía entre sones cubanos, rumbas, tangos, nanas, polkas, pasodobles, entre libros de poemas y novelas policíacas, románticas, de misterio, de crecimiento interior , entre humeantes chocolate suizos y cálidas manzanillas invernales. Pero nada de todo esto llegó a rozar ni el más pequeño poro de su piel. Se convirtió en una adolescente seria, fría y distante con el único objetivo en la vida de llegar a ser funcionaria. Gabriela hubiera querido que se hiciera hippie, que corriera el mundo con una mochila en la espalda y levantara los adoquines para encontrar arena de playa , que persiguiera a los Rollings stones y se enamorara de un rubio hoy y de un moreno mañana, pero no. Mi madre, Adela, que de española sólo tenía el nombre y de suiza todo lo demás, sólo se enamoró de mi padre, se casó después de un noviazgo largo en medio del cual aprobó las oposiciones que la convertían en funcionaria y me tuvo a mí una tarde de agosto .

( fotografías extraídas de Internet)

miércoles, 2 de febrero de 2011

QUEDA LA NIEVE.PARTE II

( Imagen extraída del blog eljardindemiduende.blogspot.com)

En el fondo, nadie en la familia nos creíamos esta historia. Pero como Gabriela la contaba una y otra vez añadiendo olores, sabores, sentimientos, vivencias y siempre la terminaba cantando con toda su fuerza, que no era poca, ese tango que según ella bailó con mi abuelo y que marcó un antes y un después en su vida, terminamos todos por querer creer qu había sido verdad. Lo único cierto de todo esto fue que Vicente y Gabriela desembarcaron una mañana de abril en el puerto de Valencia y ella buscó desesperadamente un rayito de sol, un azul de mar transparente, un algo a lo que agarrarse y en lo que consolarse. Pero tan grande era la pena que no fue capaz de ver una sola palmera ni notar en el aire el suave y dulce olor a azahar. Gabriela no estaba triste por haber dejado La Habana, porque ella quería dejar Cuba desde bien pequeña. Mi abuela sentía un peso que le atravesaba de parte a parte y casi la doblaba porque en cuanto el barco soltó amarras , mi abuelo le habló claro : “ Mira Gabriela, mejor que sepas la verdad por mi parte que te enteres por otros. Yo no estoy enamorado de ti. Mis padres son los dueños de muchos arrozales y campos de naranjos de Valencia y querían casarme con la hija de otros dueños de arrozales y campos de naranjos y a mí no me daba la gana de casarme con ésa. Tú me dijiste que querías salir de La Habana, que Cuba te asfixiaba, que cada mañana lanzabas una botella al mar y dentro un mensaje que ponía socorro. Pues ya estás fuera de La Habana. Los dos hemos conseguido lo que queríamos. El nuestro es un matrimonio de conveniencia.”


Y así , Gabriela bajó del barco aquel día de abril con el corazón encogido y tarareando un tango triste que hablaba de corazones desgarrados. Pero no se consintió mucho más tiempo de dolor. Había salido de Cuba. Había desembarcado en una tierra de sol ¿ qué más quería?. Y cuando al andar por la calle moviendo sus caderas con su piel de chocolate la gente se giraba a mirarla, se negó a pensar que era por racismo y se convenció de que la miraban porque era el ser más bello y más exótico que habían visto aquellas gentes. Como un tucán que trae olores de la selva y colores del paraíso.

Mi abuelo y mi abuela nunca fueron realmente un matrimonio, pero donde no nació el amor nació una amistad inquebrantable , un lazo de apoyo mutuo y cariño que se han llevado los dos allá donde nos vamos cuando acabamos nuestro viaje en la Tierra. Quizá por eso, Gabriela se empapó hasta el tuétano de lo huesos de las ideas republicanas de Vicente y corrió con él arriba y abajo por los agitados años de la Segunda República. Allí, en aquel tiempo, en aquellas reuniones, entre aquella agitación, mi abuela encontró a la maestra que sería su pigmalión y que le trazaría , sin ella saberlo, las líneas de su destino. Se llamaba Adela y era, como he dicho, o si se me ha olvidado lo diré ahora, maestra de escuela. Adela enseñó a mi abuela a leer y a escribir, a descubrir el apasionante mundo de las letras y a leer también entre las líneas . Juntas buscaron cachitos de Cuba en la brisa de Valencia y juntas se aliaron en el pensamiento de un feminismo que si ya no andaba en pañales todavía comía papilla. Así, cuando una noche de luna llena nació mi madre, Adela le susurró bajito a la bebé que algún día, ella iría a la universidad y se haría médico, o arquitecto, y no andaría por ahí buscando partidos para casarse y que la mantuvieran. Le dijo que ella sería fuerte como los robles y no florecilla ni bella durmiente y le dijo que si no hacía todo eso y se quedaba en la tontuna de casarse y tener niños y ser ángel del hogar, allí estaban su madre y ella, la tía Adela, para darle un buen azote en las costillas y enderezarle el camino y los pensamientos.Y por un tiempo, la banda sonora de mi abuela fueron las nanas. Canciones que ella se inventaba con ritmo de son cubano. Pero el tiempo de los sueños y de los ideales acabó pronto y con una fecha concreta. El 18 de julio de 1936.

martes, 1 de febrero de 2011

QUEDA LA NIEVE. PARTE I

Espero que os guste este relato "corto" que escribí hace algún tiempo. Considero que es un poco largo para publicarlo todo entero en una entrada, así que lo he dividido en dos  o quizá tres partes.
Antes que nada quiero hacer alguna aclaración porque muchas personas que lo leen me hacen las mismas preguntas: aunque el relato está narrado en primera persona NO es autobiográfico, y ninguna de mis dos abuelas verdaderas fue cubana.
Dicho lo cual espero y deseo haceros disfrutar mínimamente con este relato.

QUEDA LA NIEVE

Mi abuela se llamaba Gabriela y tenía la piel achocolatada. ¿ Que cómo es la piel achocolatada? Pues del color del chocolate, pero del chocolate mezclado con leche y alguna que otra almendra. Era cubana y tenía en sus caderas toda la exuberancia del Caribe y en sus labios todo el descaro del sol tropical. Todo lo hacía cantando porque decía que la vida tenía banda sonora y que uno de los deberes de los humanos era intentar descubrir qué música era la apropiada para cada momento. Así que ella cantaba cuando mareaba el chocolate humeante y caliente del invierno. Cantaba cuando hacía el allioli que le enseñó a hacer mi abuelo. Cantaba cuando salió de Cuba y cantaba cuando llegó como exiliada a la gélida Ginebra. Pero me estoy adelantando a los hechos y eso no es bueno en los cuentos.

Cómo llegaron a conocerse mi abuelo y mi abuela fue uno de los secretos mejor guardados por ella durante toda su vida. Cuando yo le preguntaba cómo había sido ese encuentro me decía que ella, un día, caminando por La Habana, había sentido una necesidad increíble de gritar, de gritar y de gritar. Pero no gritar cualquier cosa, no, sino de decir muy muy alto ¡Vicente!, que así se llamaba mi abuelo. Y contaba que gritó tanto que Vicente, desde Valencia, la oyó y fue incapaz de esperar un poco para comprar un billete y coger un barco que lo acercaran a Cuba. No. El abuelo, siempre según la abuela, se fue nadando hasta La Habana . Y cuando llegó allí, encontró a Gabriela esperándolo con una falda larga y abierta que le dejaba ver las piernas, un biquini escueto que le tapaba lo esencial de las domingas y una cesta de frutas tropicales en la cabeza. Vicente estaba empapado hasta los huesos de tan húmeda travesía, pero conservaba intacto en su cabeza un sombrero panamá blanco que le hacía juego con su traje también blanco de señorito español. Se miraron. Se gustaron. Y sellaron su unión bailando un tango de Carlos Gardel, que por aquel entonces estaba muy de moda, quizá porque todavía no había cometido el disparate de estrellarse con un avión.

( fotografía extraída de Internet)



miércoles, 3 de febrero de 2010

LA PROMESA DE UN CUENTO

Le he prometido a Antonia que hoy colgaría un cuento para que, como no puedo contárselo de viva voz, lo leyera. Este es el relato que escribí el otro día y del que saqué el post anterior. Así que con mucho cariño para Antonia y para tod@ aquel/la que lo disfrute:



VINO TINTO EN EL MANTEL


Ha sido justo en mitad de la comida. La mesa estaba tan llena que parecía Navidad y éramos tantas que le hemos tenido que pedir sillas a Mari, la vecina de rellano, que como estaba sola ha acabado viniendo ella también a la fiesta.
La ensaladera pasaba de mano en mano, después, el plato del pescado, los entremeses en medio de la mesa, y entonces, Adela, al intentar coger el salero, ha empujado su copa de vino tinto y se ha derramado toda en el mantel. El mantel de las fiestas. El que luego hay que frotarlo y frotarlo a mano para sacarle la basura. Pero todas hemos reído, total, ha dicho alguna, ¿ dónde se ha visto una comida donde no se derrame el vino, el agua o el cava?. Y hemos seguido con las risas. Con las bromas. Con la fiesta. Y yo les he contado el chiste que leí el otro día en un libro de autoayuda:
- Una mujer a la que acababan de extirparle un pecho le dice a su amiga: " Ahora sólo me queda el co, porque me acaban de quitar el seno".
Más risas.
Después la tarta, y nadie ha cantado Cumpleaños Feliz porque hoy no es mi cumpleaños. He hecho una tarta de galletas pero hoy no es mi cumpleaños. Sólo he hecho la tarta de galletas porque me apetecía hacerla. Porque es mi fiesta y en mi fiesta hago lo que quiero. Porque mañana voy al hospital a dejar en el quirófano el seno y quedarme con el co.
Me voy a poner un vestido rojo. Un vestido tan rojo que voy a parecer Bette Davis en Jezabel. Aunque lo del vestido rojo de Bette Davis en Jezabel nos lo hemos tenido que imaginar toda la vida porque la película es en blanco y negro.





Y los zapatos también rojos. Va a parecer que voy disfrazada de menstruación. No. Voy...voy... de Jezabel. Si pudiera ir disfrazada de ruleta rusa iría, pero ¿ cómo es el disfraz de ruleta rusa? ya lo tengo: un pecho menos, una cabeza calva y un cartel que cuelgue del cuello y diga: " La ruleta rusa me ha tocado a mí, pero, aún no ha salido la bala. Aún hay esperanza".
Pero ir de Jezabel es más poético, más literario, más de morir con las botas puestas. Voy al quirófano, sí, tengo cáncer, sí, pero me visto de rojo porque al baile vais todas de blanco y yo no soy como vosotras. Yo voy de rojo como la mancha de vino tinto en el mantel que tendré que frotar y frotar para que no se note. O mejor aún, ni lo voy a lavar, fíjate lo que te digo, se va a quedar la mancha roja ahí puesta como el cuadro que hizo un mal pintor.
Después de la tarta de galletas hemos hecho café e infusiones. Y hemos brindado con cava porque pronto me voy a poner bien. Y cuando esté bien del todo vamos a hacer otra fiesta donde sacaré el mantel de las fiestas que estará manchado del vino tinto de hoy y yo les diré a todas: " Mirad, esta mancha la hicimos el día de la despedida del seno". Todas reirán y dirán que parece que ha pasado mucho tiempo pero en realidad habrá sido poco. Me volveré a poner mi vestido rojo de Jezabel y mis zapatos rojos. Entonces Adela no mirará a Sonia cuando crea que yo no la veo y pondrá cara de preocupación. Y Sonia no cogerá la mano de Adela mirándome a mí de reojo y la apretará fuerte y luego no me mirará a mí con esa cara frívola que ella quiere poner cuando está preocupada. Entonces Mari no irá a la cocina a disimular las lágrimas y Carmen no irá detrás de ella diciendo que va a por el sacacorchos.

Entonces, cuando yo me ponga bien, todas estaremos contentas de verdad.

Después de brindar, y hablar, y decir tonterías, y contar chistes y reír, han comenzado a irse y una por una me han dado dos besos y un abrazo. Unas han dicho que vendrán a verme mañana mismo y otras que llamarán y preguntarán por mí. Yo les he dado besos y achuchones. Esto no es nada, chicas, es que no sabía cómo tomarme unas vacaciones...

Cuando se han ido me he probado el vestido de Jezabel y los zapatos rojos. Me he mirado en el espejo ¡ qué guapa estaba!, nadie diría que mañana voy a dejar el seno en el quirófano y quedarme con el co. He levantado la cabeza , he erguido la espalda, he alargado el cuello y me he dicho : " Si no te mata, te hará más fuerte". Y de repente, salida de la nada, esa sombra que siempre pregunta lo mismo : "¿Y si te mata?"...

No ha habido oxígeno en el aire suficiente para entrar en mis pulmones, ni garganta más potente que la mía para desgarrar el grito que ha resquebrajado las paredes.



Y me he encontrado tirada en el suelo llorando en los brazos de Mari, que me ha oído gritar desde su casa y ha venido corriendo. Tragándome los mocos y las babas he intentado respirar y le he dicho tengo miedo Mari, tengo miedo.
Me ha hecho una tila , ha llorado conmigo y cuando nos hemos calmado, mi vecina, que es periodista y le encanta el lenguaje bélico ha dicho: " Algo cautivo y muy desarmado hemos encontrado hoy al ejército rojo, pero... no pasarán."