Hace tanto tiempo que no publico una de mis historias de trasto con patas que no sé si sabré hacerlo, pero lo voy a intentar:
Como
algun@s sabéis , ando , como últimamente pasa cada agosto, por Italia, de visita a la familia política. Una familia digamos que " a la italiana", es decir, somos ocho en casa ( dos ancianos, dos adolescentes, una pareja que a veces quiere ser cuerda y nosotras dos, una italiana y la otra que no sabe muy bien si procede de la luna , esta última soy yo).
Salimos una tarde con la pareja que quiere ser cuerda (hermano y cuñada de Barbara) a visitar un pueblo cercano y a comer calamares a la romana. Y ahí comienza todo. Después de los calamares.
Noche larga, muy larga por mi parte, intestinos que piden paso a cada momento, Barbara que duerme y no se entera de nada hasta la mañana siguiente...
Y con el alba, la familia italiana también se entera de que "tengo la tripa revuelta". Comienzan los remedios caseros: " Nada de fruta" " Yo en España cuando estoy así siempre tomo manzana" " ¡ Nada de fruta!. Y opto por hacer caso a la contundencia de la suegra siciliana. "Pan, tienes que comer pan, para que se empiece a hacer bola", "¿con aceite?" " Ma, qué "cazzo" (que es lo mismo que decir qué c...ño, con aceite? El aceite lubrifica, y hay que hacer bola". A estas alturas ya me he dado cuenta de que me dispongo a pasar una diarrea a "la italiana". Sin manzanas, con mucho pan, mucha patata, nada de aceite y todo seco para ""hacer bola".
Y a todo ésto unimos el sentido extremo de solidaridad familiar italiana. El hermano de Barbara, tal día como el que estamos hablando pensaba hacer para comer spaghetti con peperoni, ajo y no sé qué otra cosa picante más.
Barbara- Cris comerá arroz cocido.
Hermano- Entonces todos comeremos arroz cocido. Se aplazan los spaguetti.
Cris- No, yo como arroz cocido y los demás podéis comer spaguetti.
Hermano- Nada de eso, todos arroz cocido. Maddalena, tú quieres arroz ¿ verdad?
Maddalena- No.
Hermano- Sí, porque ya no hay spaguetti.
Y Maddalena calla mientras yo espero que a partir de ésta no me coja manía.
Pero pasan dos días y " la bola" no da señales de vida. Vamos al farmacéutico que también es el herborista y el remediapenas de las señoras solteras y malcasadas del pueblo y le contamos lo que sucede:
- Si aún no se le ha pasado es que es un virus. Si come, alimenta el virus. Así es que lo mejor es que no coma.
Salgo de la farmacia con cierta duda sobre el remedio infalible del farmacéutico- herborista- remediapenas, pero Barbara, me tranquiliza súbito: " Este tío es gilipollas". ¡ Bien! al menos esta vez no moriré de hambre.
Cuando volvemos a casa recojo las pocas fuerzas que me quedan y me dispongo a dar una vuelta por el prado de la casa, pero la vuelta es corta, porque cuando aún no he andado ni diez metros, una avispa se mete entre mi tobillo y la sandalia ¡ y me pica!, ¡ Dios, me pica!, ¡ a mí, que nunca mato una mosca, que nunca le hago nada a ningún insecto por repelente que me parezca!¡a mí, que llevo dos días nada más que "haciendo bola" como un escarabajo pelotero, comiendo pan y carbohidratos por un tubo, y ahora una avispa me mete veneno en el tobillo!.
Vuelvo a casa a la pata coja, con la sandalia en la mano, diciendo que me ha picado una avispa. Y la familia italiana vuelve a hacer cónclave en torno a mí:
- Si todavía le duele es que tiene el aguijón dentro- Dice la suegra siciliana, apretando el tobillo con una fuerza inaudita para sus ochenta y dos años.
- Mamá, que le estás haciendo daño
-Hay que desinfectar el picotazo.
--¿Te duele?
-No, no tanto ¿verdad?
-Pues ¿cómo no le va a doler? ¿ Qué a ti no te ha picado nunca una avispa?
-Pobrecilla, encima de la diarrea...
-¿ Cuántas veces has ido hoy al baño?
Siento que estoy al borde del desmayo. Quiero gritar y lo hago para que todos salgan del cuarto de baño ¡el intestino pide paso otra vez!.
Y por primera vez en muchos días estoy sola. Y harta. Harta de los calamares a la romana, de los virus que me crecen , de los farmacéuticos que estudiaron en laggers nazis, de las avispas con aspiraciones de abejorros. Entonces hago lo que suelo hacer cuando estoy harta: me pongo a llorar. Sentada en el W.C, con el pie en alto y limpiándome los mocos con el papel higiénico.
Mientras, al otro lado de la puerta, Barbara:
-Cariño, no llores, que no puedes perder más agua de la que ya has perdido...