sábado, 5 de febrero de 2011

QUEDA LA NIEVE. FINAL

Mi abuela siempre contaba que ella fue la primera persona que me vio en este mundo. La primera que me cogió en brazos y la primera que me dijo palabras hermosas. Tal vez por ello, entre nosotras siempre hubo un amor que va más allá de lo terrenal, sabemos en todo momento lo que cada una siente y no necesitamos las palabras para comunicarnos. ¿ os dais cuenta de que ahora hablo en presente? Sí, porque ella siempre está aquí, donde yo, aunque no la veamos, siempre siento a mi alrededor su aroma de trópico mezclado con azahar y siempre oigo sus cancioncillas mezcladas de son y pasodoble, de danzas y polkas y salsas.


Quizá porque estamos tan unidas, fue a mí a la única que le confió su miedo cuando vio que se acercaba el fin de su viaje en la Tierra. Una tarde, cuando yo ya tenía dieciocho años fui a verla y vi cómo su mirada se perdía melancólica en el infinito. Estaba nevando y me pidió que abriera la ventana y le pusiera en las manos un poco de nieve. Lo hice y noté cómo sus manos iban poco a poco enfriándose. Me dijo que tenía ganas de irse de viaje. A ese lugar lejano donde estaba García Lorca para bailar con él un pasodoble y enseñarle a bailar tangos. Sonreímos las dos y me dijo que cuando se fuera, no podía llevarse su cuerpo, porque era muy pesado, como el cuerpo de El Principito ¿sabes? así que mejor enterráis mis cenizas bajo la nieve. Y dejáis la lista de cosas que tengo que preguntarle a Dios también enterradas en la nieve porque no quiero que ninguna se me olvide. ¿ Sabes? yo iré y le preguntaré y después de saberlo todo, volveré contigo y me quedaré a tu lado para siempre. La novela, ya sabes, Queda la Nieve, te la quedas a ver si de una puta vez alguien la quiere publicar. Dame la mano que tengo un poco de miedo. Nos cogimos las dos y noté el frío y la humedad de la nieve enfriando mi mano. Después dio un largo suspiro, apoyó la cabeza en el respaldo de la mecedora y el alma se le escapó del cuerpo.

Enterramos sus cenizas bajo la nieve y también la lista de cosas que debía preguntarle a Dios . Cuando vi esa lista , la tristeza que sentía se convirtió en ternura hacia Gabriela. En ella, le planteaba a Dios dudas existenciales sobre el por qué de la vida, el por qué de las injusticias, el por qué del hambre, el por qué de las guerras... pero entre estas dudas estaban otras que para ella habían tenido la misma importancia que las anteriores . Mi abuela le preguntaba a Dios por qué las naranjas nacen en invierno, cuando nadie tiene sed, por qué todo el mundo se empeña en ver feo a Mike Jagger, uno de los hombres más atractivos del mundo, por qué la Ingrid no se quedó con el Humphry...

Cuando volvíamos de dejar las cenizas bajo la nieve, se desató una tormenta que de no haber sido en Ginebra, todo el mundo hubiera calificado de tropical. En un momento y sin previo aviso, rayos, truenos y centellas cayeron entre un mar de aguas que pasaron como una exhalación y dejaron atrás un río de desperfectos y siniestros. El informativo achacó este extraño suceso al cambio climático, pero toda la familia y sobre todo yo, supimos que por esta vez no tuvo la culpa que el tiempo haya decidido volverse loco, sino que la causante no era otra que Gabriela pidiéndole cuentas a Dios.