jueves, 22 de septiembre de 2011

PRIMER RELATO PARA UN CURSO

La semana pasada comencé un curso de microrrelatos y éste es el primer fruto de ese curso. Espero que os guste.


LAS PERDÍ

No sé dónde fue. Quizá entre los pasillos del hospital, porque ese lugar es tan frío que cuando voy allí sólo pienso en irme. Sé que no hago bien y que los seres como yo tenemos que frecuentar esos lugares, pero ¿ por qué tienen que ser tan blancos y tan de sabor de nada? Bueno, no es verdad, saben a falsa serenidad y huelen a miedo. Por eso, para hacer las prácticas pedí la sala de maternidad, porque es la única que sabe a esperanza y huele a alegría.
Cuando en el aparcamiento me di cuenta que no las llevaba volví a la habitación donde está el último recién nacido que visité, pero no las vi. ¡Y los pasillos de los hospitales son tan largos! …
Sin apenas ánimo, decidí compartir mi preocupación con el GPS de mi vida: mi madre, que, cuando le conté que las había perdido y que había tenido que volver a pie a casa me preguntó lo que suelen preguntar todas las madres cuando les dices que no encuentras algo: ¿ Dónde las dejaste?”, y yo la miré con cara de si lo supiera no las habría perdido. Después pasó a la fase detective : “¿por qué las llevabas en las manos?” “ No lo sé, no lo recuerdo”. Y la última etapa, la del rapapolvo: “¡Mira que no estar nunca donde estás!”. Al final, la madre-juez emitió su sentencia: “ Pues nada, hasta que aparezcan a pie tendrás que ir, así harás ejercicio”.
Dediqué toda la tarde de ayer a dar vueltas por la ciudad intentando recordar lugares donde hubiera podido dejarlas, quizá en el banco de las enfermeras, en el paritorio… Andaba sin rumbo, mirando a veces hacia el pavimento y otras hacia el cielo pidiendo una respuesta, una señal divina a mi problema, pero ya lo dijo Miguel Hernández: “ Dios siempre está callado”. Otras veces miraba a la gente sintiéndome más invisible que nunca.
Esta mañana, cuando he vuelto al hospital, me esperaba mi supervisor de prácticas con su sonrisa de paciencia infinita y con ellas en la mano: “ Toma, desastre, menos mal que recojo todo lo que te vas olvidando , por cierto, las tienes que abrillantar un poco.”
Yo he sonreído y me las he puesto. ¡ Ya tengo mis alas!¡ Ya vuelvo a ser un ángel!.