martes, 22 de noviembre de 2011

UN ACTO FRÍVOLO


                                          (Fotografía de Steve Hanks)

He estado unos días sin entrar aquí. Ha sido como una habitación vacía donde se cierra la puerta y se pasa de largo sin mirar. Porque estos días he sentido la misma sensación que contaba Mercé Rodoreda cuando estaba exiliada en Suiza: con todo lo que está pasando, escribir me parece un acto frívolo.
Ganan las derechas gracias a este pueblo enfermo de amnesia y el miedo se hace el dueño de la otra parte del río. Es bello este cielo de Valencia cuando está nublado, pero quizá, si no fuera noviembre, si hubiera más sol, esta derrota, este duelo por cuatro años, sería más llevadero. Como a casi todos, no me ha pillado por sorpresa, pero no esperaba esta apisonadora.
Se me acaban los ahorros de energía y sólo siento una mochila pesada en el centro de la espalda.
Me pregunto para qué escribir. Por qué. Y como tantas veces, no encuentro respuesta. El tiempo se me esfuma buscando las palabras, los verbos, los versos más bellos,  pero siempre, como en un carrusel eterno, vuelvo a la pregunta del principio, ¿ por qué? ¿ Para qué? Y cuando estoy alegre encuentro miles de respuestas, pero en el vacío sólo encuentro silencio.
Quizá haya llegado el momento de dejar a un lado las palabras o quizá ésto no sea más que la soledad de la corredora de fondo. De mucho fondo.