"... Más tarde se cansó de tanto discurso teórico y atacó la poesía de Gioconda Belli, de Alfonsina Storni, de Nancy Morejón e incluso de Gloria Fuertes. Todas ellas le ayudaron a descubrir su esencia de mujer más oculta, la sexualidad gozosa de Gioconda, la rabia desolada de Alfonsina, el orgullo de estirpe de Nancy, la capacidad de reírse de sí misma y del mundo con provecho de Gloria. No las leyó con ese temor reverencial y ese complejo de inferioridad con el que había leído a Juan Ramón Jiménez o a Rubén Darío, o a Keats, demasiado grandes, demasiado importantes, demasiado lejanos en sus torres de marfil de hombres. Las leyó como quien lee los versos de una amiga, no le estaban enseñando nada, no la abrumaban con ejercicios estilísticos y simbolismos desaforados, sólo compartían con ella su dolor, su incomprensión ante la falta de diálogo con los hombres, su volubilidad de mujeres, su dispersión y su fiera fe en el amor y en la paz..."
Angie Simonis.
Muchas gracias, Angie, por tus enseñanzas y tu ejemplo.