
"...Las primeras clientas fueron Victoria y sus amigas españolas. Cuando la llamé diciéndole el camino que había decidido tomar me pidió una cita y vinieron todas expresamente para estar conmigo. Cuando me visto para una cita no puedo evitar que me revoloteen unas cuantas mariposas en el estómago pero aquella noche no fueron unas cuantas mariposas, fue una bandada entera. Me puse mi kimono preferido y me encaminé al salón de té donde ellas me esperaban. Bailé para ellas dos danzas tradicionales japonesas que no entendieron pero aplaudieron mucho y después estuvimos hablando durante muchísimo rato. Me preguntaron sobre mi vida y mis aficiones. Les conté que era una gran aficionada al manga y que una de mis hermanas vestía de esa forma extraña como se visten muchos jóvenes en Japón intentando imitar a sus personajes favoritos. María, la más divertida de todas, me dijo que a ella siempre le había gustado esa forma de vestir y que alguna vez la había intentado imitar. También les conté que Japón ya no es tan rico como antes, que muchos jóvenes e incluso gente ya adulta tienen muchos trabajos para poder sobrevivir. Les dije que cualquier día hicieran un viaje en metro y verían a mucha gente durmiendo en los trayectos. Lo hacen porque tienen muchos trabajos y ni siquiera tienen tiempo para dormir, así que deben hacerlo en los trayectos que los llevan de un trabajo a otro. Y mucha gente, incluso así, vive gracias a la pensión de sus padres jubilados, por ello, cuando mueren estos padres los hijos no certifican su defunción y así siguen cobrando su pensión para no quedarse en la calle.
Hubo un silencio triste. Unos segundos de reflexión y después alguna habló de situaciones parecidas en España. Es curioso cómo se parece el mundo. Debajo de los ojos rasgados y los kimonos, de la piel morena y los ojos negros, detrás de cada Kakuro u Oki, de cada Carmen o María, hay circunstancias, sensaciones, angustias, tristezas, miedos y soledades parecidas.
Ellas se fueron tres días después y me recomendaron poner un anuncio en el periódico para que se me empezara a conocer. A mi madre adoptiva le pareció bien y tres días después de poner el anuncio… la sorpresa más grande de mi vida. El palacio imperial.
En Japón todo lo que rodea a la familia imperial se lleva con una discreción absoluta. Todo está muy preparado y muy encorsetado. Los miembros de la familia imperial miden cada una de sus salidas y cada uno de sus movimientos y no se les ve nunca ninguna reacción no medida o espontánea. Y tres días después de poner el anuncio en el periódico, llegó aquella carta con el sello del palacio imperial en la que se me convocaba a una audiencia privada con la princesa consorte heredera, Masako. La invitación incluía un cheque de muchos yenes para comprar un equipo de geisha completo, desde un kimono nuevo hasta un broche para el pelo, y un billete de avión en bussines para trasladarme a Tokio. Debía estar allí la mañana siguiente..."
Hubo un silencio triste. Unos segundos de reflexión y después alguna habló de situaciones parecidas en España. Es curioso cómo se parece el mundo. Debajo de los ojos rasgados y los kimonos, de la piel morena y los ojos negros, detrás de cada Kakuro u Oki, de cada Carmen o María, hay circunstancias, sensaciones, angustias, tristezas, miedos y soledades parecidas.
Ellas se fueron tres días después y me recomendaron poner un anuncio en el periódico para que se me empezara a conocer. A mi madre adoptiva le pareció bien y tres días después de poner el anuncio… la sorpresa más grande de mi vida. El palacio imperial.
En Japón todo lo que rodea a la familia imperial se lleva con una discreción absoluta. Todo está muy preparado y muy encorsetado. Los miembros de la familia imperial miden cada una de sus salidas y cada uno de sus movimientos y no se les ve nunca ninguna reacción no medida o espontánea. Y tres días después de poner el anuncio en el periódico, llegó aquella carta con el sello del palacio imperial en la que se me convocaba a una audiencia privada con la princesa consorte heredera, Masako. La invitación incluía un cheque de muchos yenes para comprar un equipo de geisha completo, desde un kimono nuevo hasta un broche para el pelo, y un billete de avión en bussines para trasladarme a Tokio. Debía estar allí la mañana siguiente..."