
"...Desde que recibimos la carta hasta que me fui, la okilla hirvió de sorpresa, agitación , nerviosismo, ilusión y miedo mientras mi madre adoptiva me preguntaba sin cesar
¿ Qué se puede hablar con una princesa heredera? ¿ qué le puede contar una humilde geisha a una mujer que antes de ser princesa heredera fue diplomática y políglota? Y yo le repetía constantemente que yo no estaba nerviosa por eso, que cuando la tuviera delante le miraría las manos y los ojos y todo iría bien. Porque una reunión no puede nunca ir mal con una diplomática de ojos tristes.
En el fondo sólo era una mujer que pedía ayuda.
La velada fue convencional y gris como todo lo que rodea a la familia real. Paseamos por los jardines repletos de orquídeas fucsias, crisantemos blancos y almendros en flor. Masako irradia la belleza de la tristeza crónica. Esa tristeza que con el tiempo ha acabado por acostumbrar al que la padece y se ha convertido en una ligera neblina que para el observador no experto puede crear un falso artificio de serenidad. Porque Masako no es serena, está triste.
No quiso que tocara el samisen ni danzara para ella. Sólo quiso hablar de las flores de los almendros. Yo sé muy poco de estas flores pero me encanta su color y así se lo comenté, y ella dijo que en casa de sus padres había muchos almendros y por eso siempre mandaba que le adornaran su habitación con estas flores. Mientras me hablaba, la mirada se le perdía en el infinito y nadie era capaz de encontrarla, porque ninguna mirada vagabunda puede encontrarse si su dueña no lo desea, y entonces pensé ¿ dónde irán a parar las miradas vagabundas? quizá se vayan descomponiendo en trocitos pequeños y se vaya quedando una exigua parte de cada una allá donde se va posando… quizá haya por algún lugar un duende cazador de miradas vagabundas siempre alerta, y cuando capta una de estas miradas, ¡zas! va corriendo por todos los lugares donde ésta se posa y las va recogiendo. Después, en un castillo que tiene, cruza unas miradas con otras y los lugares donde se posaron, y así construye los sueños de los humanos. Quizá por eso los sueños son tan raros, porque se mezclan las miradas vagabundas de unos y otros…"
¿ Qué se puede hablar con una princesa heredera? ¿ qué le puede contar una humilde geisha a una mujer que antes de ser princesa heredera fue diplomática y políglota? Y yo le repetía constantemente que yo no estaba nerviosa por eso, que cuando la tuviera delante le miraría las manos y los ojos y todo iría bien. Porque una reunión no puede nunca ir mal con una diplomática de ojos tristes.
En el fondo sólo era una mujer que pedía ayuda.La velada fue convencional y gris como todo lo que rodea a la familia real. Paseamos por los jardines repletos de orquídeas fucsias, crisantemos blancos y almendros en flor. Masako irradia la belleza de la tristeza crónica. Esa tristeza que con el tiempo ha acabado por acostumbrar al que la padece y se ha convertido en una ligera neblina que para el observador no experto puede crear un falso artificio de serenidad. Porque Masako no es serena, está triste.
No quiso que tocara el samisen ni danzara para ella. Sólo quiso hablar de las flores de los almendros. Yo sé muy poco de estas flores pero me encanta su color y así se lo comenté, y ella dijo que en casa de sus padres había muchos almendros y por eso siempre mandaba que le adornaran su habitación con estas flores. Mientras me hablaba, la mirada se le perdía en el infinito y nadie era capaz de encontrarla, porque ninguna mirada vagabunda puede encontrarse si su dueña no lo desea, y entonces pensé ¿ dónde irán a parar las miradas vagabundas? quizá se vayan descomponiendo en trocitos pequeños y se vaya quedando una exigua parte de cada una allá donde se va posando… quizá haya por algún lugar un duende cazador de miradas vagabundas siempre alerta, y cuando capta una de estas miradas, ¡zas! va corriendo por todos los lugares donde ésta se posa y las va recogiendo. Después, en un castillo que tiene, cruza unas miradas con otras y los lugares donde se posaron, y así construye los sueños de los humanos. Quizá por eso los sueños son tan raros, porque se mezclan las miradas vagabundas de unos y otros…"