sábado, 4 de diciembre de 2010

LA FIESTA DE LA LUZ


La navidad. Recuerdo que cuando era niña me encantaba porque comía pastel de boniato y los Reyes siempre me traían regalos.  Cuando me convertí en adolescente se puso de moda que a nadie le gustara la navidad  y yo me afilié a esa moda, y le puse tanto empeño que cuando dejé de ser adolescente siguió sin gustarme. Y después entró en mi vida la espiritualidad y algunas leyendas que hablaban de tradiciones paganas y de la luz.
Pienso que con estas fiestas podemos hacer principalmente dos cosas: o vestirlas de consumo y de vacío, o consumir lo justo y abrirnos a la espiritualidad bien siguiendo una religión particular o bien metiéndonos hacia adentro y buscando en nosotr@s mism@s aquello que la mayoría de veces buscamos fuera y que por no tenerlo dentro no lo encontramos.
Me reconcilié con la navidad poco a poco pero ahora me alegro de haberlo hecho. Me gustan las calles iluminadas y los escaparates de las tiendas decorados de forma diferente a como lo están el resto del año. Me gusta ira a cenar con la familia que normalmente no veo demasiado el resto del año y me gustan esos tres magos excéntricos y ese abuelito vestido de rojo.
Y ¿sabéis una de las cosas que más me gusta? los villancicos. Porque son la expresión popular de la espiritualidad a través de la tradición oral. Y por ello os quiero dejar a modo de primer regalo de navidad, la letra de uno de mis  villancicos  favoritos:

LOS CAMPANILLEROS

En los campos de mi Andalucía
los campanilleros en la madrugá
me despiertan con sus campanillas
y con sus guitarras me hacen llorar
me hacen llorar
me despiertan con sus campanillas
y con sus guitarras me hacen llorar.


Los gitanos que van por el monte
cantando y bailando al amanecer
van tocando tambores, panderos,
cantándole coplas al niño de Dios
el niño de Dios
van tocando tambores, panderos,
cantándole coplas al niño de Dios


En la noche de la nochebuena
bajo las estrellas de la madrugá
los pastores con sus campanillas
adoran al niño que ha nacido ya
que ha nacido ya
los pastores con sus campanillas
adoran al niño que ha nacido ya


En los campos de mi Andalucía
los campanilleros en la madrugá
me despiertan con sus campanillas
adoran al niño que ha nacido ya
que ha nacido ya
me despiertan con sus campanillas
adoran al niño que ha nacido ya

que ha nacido ya

que ha nacido ya...
Hace muchos, muchos siglos, cuando el cristianismo ni siquiera había nacido, algunas tribus creían que los árboles se quedaban sin hojas porque su alma estaba muy triste. Ell@s sabían que la tristeza puede llegar a matar a cualquier ser vivo, así que para que se alegraran los decoraban con velas y objetos brillantes. De este modo, su alma no moriría y volverían a tener hojas.