Esta es la segunda entrega de los poemas que publico algunas mañanas en facebook con la sencilla intención de dar los buenos días:
Escapó el poema
en los laberintos de la red.
Escapó con mis cuentos
empapelados en charol
y llevó al Universo
mi incertidumbre.
Ahora me queda
una mañana de sol,
un miedo en el cielo del alma,
un día por vivir.
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Porque ya no encuentras las letras de mi nombre
ni sabes el estado de mis puentes,
las nieblas se me hicieron gelatinas
y amanecí en azul de mar y cielo
velada en nube.
Como una novia abandonada
a los pies de un altar
de flores.
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El lunes se escribe en futuro
y resta con los dedos.
Saeta de un reloj
que engulle el tiempo
y vive en la pereza.
El lunes...
Todo está por vivir.
Es la historia del comienzo.
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Cuéntame cómo el vacío
desprende plenitud,
háblame de tu camino
mientras yo te escucho
pequeña y callada
dispuesta a mover
un pie tras otro
para buscar contigo
los átomos del silencio.
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Cuanto me gustan los pequeños seres
que habitan este mundo
que se cree indestructible,
las criaturas que parecen
universos de poemas
que aún no han estallado.
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Nunca supe que era
un sombrero de paja.
No vi sus alas, sólo sus raíces.
Pero un día se alió con el viento
y sólo pude decirle adiós.
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Cae mi tristeza
como una hoja de ese otoño
que no quiere llegar.
Se desliza ligera y suave
sobre el asfalto
y deja una huella sutil
en el gris de la acera.
Se parece tanto a esa lágrima
que recorre rápida y ágil
mi mejilla...
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Calabazas infantiles me sonríen
con su débil luz otoñal
y vuelven los espectros
a compartir mazapanes
y crisantemos...
No. No es real.
No pueden volver
porque nunca se fueron.