jueves, 26 de julio de 2018

Como sólo la luna enseña



Me recibiste con los brazos abiertos y vestida de agua.
Yo no esperaba nada, no tenía un punto, ni un pensamiento,
ni un lugar donde anclar la brisa de tu noche
y aún así, me abriste las manos
con el gesto que no deja lugar a un resquicio de duda.
Te sentía cerca, te sentía bella.


Fuiste canal que termina en nacimiento
con ojos inundados de luz de noche,
cañaveral donde esperan los pájaros la llegada de un nuevo día
ignorante de  la cara muerta de la realidad:
madera, plástico, frivolidad de turismo amarrado a todas las superficies.


No sé si fuiste o te soñé…
Pero sólo con habitar mi sueño, entonces ya fuiste.
Sí. En la realidad del mundo de Alicia,
en el lugar donde levanto las nieblas de Avalon.
Allí, entre dos de todos los cosmos, estuviste.
Y me recibiste y te surqué y fuimos. Porque fuimos.
Como son los planetas, los satélites y los infinitos,
como la fantasía que inventa lo que ya existe.


Uno de los dos mundos estaba en agonía
y el sufrimiento de todos rondaba como un buitre que espera su muerte.
¿Fuimos egoístas al ser felices cuando el mundo se desangraba?
No. Porque vertimos amor donde ya no quedaba esperanza,
porque al cobijarme en tu húmedo cuerpo
cobijaste a todos los seres heridos, dolidos y hambrientos,
porque una gota de amor basta para redimir el universo del dolor.


Todo fue como debía ser
en la estación de los largos atardeceres
que terminan con el sol calado hasta los huesos por tus aguas.
Así terminé yo. Porque fui tu sol, me humedecí contigo
y  juntas esperamos a la luna creciente para danzar descalzas
como sólo lo femenino sabe, como sólo la luna enseña.


Tuvo la belleza fugaz del cormorán que levanta el vuelo
y se pierde en el horizonte violáceo.
Era imposible no mirar al cielo
y juntar las manos para dar las gracias
por tanto amor. Por tanta belleza.
Por tanta plenitud. Por ser dos.
Por la confianza de abrirte en canal para mí.
Por mi valentía al elevarme en lo inestable.


No hubo fuego porque fuimos agua y brisa,
no se paró el tiempo porque avanzó hasta llevarnos
a la estación de los atardeceres teñidos de hojas,
no estoy partida en dos porque te llevo dentro,
no dejé en ti mi vida porque tú sumaste un corazón
donde no late el mío.


Pero fue pasión. Sí. Fue pasión.
Como lo es escribir poemas de agua,
o mirar los eclipses para buscar la sombra de la luna,
o estar sola entre una multitud de viandantes
sabiendo que puedes echar a volar.
Sí. Fue pasión.
Como lo es mirar las golondrinas después del invierno
o contemplar la dilatación de los días al final de la primavera.


Terminó porque todo es efímero y las danzas acaban
cuando los pies duelen de tanto bailar
y debes caminar sobre tierra firme
sin saber si has aprendido todos los nombres
con los que te llaman los barqueros y los pescadores.


Hoy me he decidido a escribirte
al lado del fuego de la estufa y con mitones de vagabunda
en la estación de las noches oscuras
porque entre el tráfico de la ciudad  una garza ha venido a visitarme
y me ha dicho que no moras en el habitáculo de un recuerdo.
Existes con sólo cerrar los ojos o elevar el ancla.


Ahora, en lo sereno del invierno,
bendigo el brazo de mar que te hizo dulce,
te bendigo por ser agua
y me bendigo por ser la libélula que aprendió a tu lado
a dibujar el esbozo de sus alas.


                                       Cris Carrasco García
Imagen: Cris Carrasco García

lunes, 16 de julio de 2018

De papeleos y paciencias


Esta mañana Barbara (que como la mayoría sabéis, es mi pareja) y yo llegamos al ayuntamiento de nuestro pueblo para entregar unos papeles.

Había gente en las sillas de espera, en el amplio hueco entre las mesas de los funcionarios y las sillas de espera, gente entrando, saliendo, gente con niños pequeños a los que habían comprado una bolsa de golosinas más grande que ellos para que estuvieran callados pero a la mamá se le había olvidado comprar agua y el niño, después de atiborrarse de azúcar, se moría de sed y pedía agua, agua, agua...

Pulsamos el botón de la máquina que da los números y sale el 115. Va por el 63.

Después de dos horas de espera por fin nos toca y dejamos atrás a los niños sedientos, las señoras que hablan solas y los que cuentan batallitas de la cárcel con el de al lado para amenizar la espera.



Cuando llegamos a la mesa de la funcionaria donde nos toca, mira la instancia que llevamos y nos dice que no nos puede atender porque el sistema informático se ha caído y el ordenador está bloqueado, pero como no puede llamar a nadie hasta que se arregle, pues nos puede escuchar mientras le contamos a qué venimos. Así que le decimos que nos envían los servicios sociales para entregar allí esa instancia y la mujer nos dice que esa instancia no es la que debemos presentar para pedir lo que nos han dicho los servicios sociales que pidamos. Le contestamos que nos la ha dado la misma trabajadora social y nos vuelve a reiterar que esa no es la solicitud porque esa solicitud es para casos generales y nosotras vamos con un caso específico 🙄



Todo ello nos lo dice mientras habla con una chica que, según nos informa la misma funcionaria, es la informática que ha venido a averiguar por qué diablos se ha caído el sistema. Y mientras sigue hablando con la informática, dice que el tema por el que queremos entregar la instancia se interrumpió el 30 de junio hasta septiembre, pero que en septiembre podemos acercarnos y entregar la solicitud junto con los demás papeles que ella ha revisado y que están correctos. Entonces le preguntamos si volvemos con esa misma instancia y nos dice que sí, que sin ningún problema ...🤔

Nos levantamos y le deseamos un buen día y que se arregle pronto el sistema y nos da las gracias mientras le dice a la informática que mejor no llama a nadie más ¿verdad?

Volvemos caminando a casa con 37 grados a la una y media del mediodía mientras recuerdo una historia que oí contar a Jetsunma Tenzin Palmo:

Estaba en las oficinas de inmigración de la India y delante de ella había un monjito budista que ella no conocía pero sabía que era monjito por la cabeza rapada y el hábito. El funcionario que le estaba atendiendo le gritaba mientras él intentaba rellenar una solicitud. El monje se equivocó y tachó algo de lo que había puesto y el funcionario le arrebató la instancia, la rompió en mil pedazos y le tiró encima los mil pedazos. Entonces el monje, juntando las manos a la altura de su pecho , con enorme serenidad le pidió por favor, si podía darle otra instancia porque la que tenía ... se había roto. El funcionario le volvió a tirar encima otra instancia, esta vez entera y le gritó que fuera a rellenarla a un rincón y cuando hubiera terminado volviera. 

Entonces el monje se levantó de la silla y al girarse vio a Jetsunma Tenzin Palmo. Ni corto ni perezoso, le sonrió y le guiñó un ojo como si estuviera en una terraza disfrutando de un buen aperitivo.

Al comenzar a caminar hacia casa había venido a visitarme la ira, pero al recordar esta historia y compararla con la mía, no puedo dejar de reír. 

¡Madre mía! si intentamos hacerlo a propósito no nos sale tan mal... Pero por lo visto, los de inmigración de La India son mucho peor




( Cris Carrasco García)
Imágenes: La primera es de Cinzia Bolognesi y la segunda es Jetsunma Tenzin Palmo. De esta segunda desconozco su autor o autora. 

sábado, 14 de julio de 2018

Haiku o como quieras llamarlo

Me habla del tiempo
el tronco envejecido
del algarrobo. 

(Cris Carrasco García)



Imagen: Cris Carrasco García