jueves, 4 de julio de 2019

Ha pasado una vida


Querida hermana:

Ayer hizo un mes que no te escribo y en un mes tengo la impresión de que ha pasado una vida. 
He vuelto a viajar por dentro a través de las circunstancias y todo ha estado bien porque aunque he sufrido, el sufrimiento me ha servido para profundizar en muchas cosas. He tenido dudas para atravesar ríos, he vertido lágrimas que se han congelado bajo el gran sol de junio y ahora, como siempre, rompo la crisálida y me convierto en mariposa.
Los días pasados te hiciste pequeña en un puntito de mi memoria y eso no está bien porque tú eres yo y si te olvido ¿dónde iremos? Tú eres la orilla y yo soy la mar. Las olas siempre deben llegar hasta la playa.
En este tiempo sólo he visto tablas cuadriculadas y nombres. Pero me salvaba pensar que detrás de esos nombres había corazones latiendo apresurados y esperando. Eso me hacía olvidar el velo de cansancio en los ojos, la rigidez en los músculos, la falta de poesía...
Aunque la poesía estaba ahí, en cada celda de cada tabla con cada nombre porque todo estaba teñido de esperanza. Cada uno de esos seres esperaba ser elegido para aprender a ser mejor y eso es poesía. Y mi cansancio y nerviosismo ahora están alegres porque han resistido y han ayudado a otros en su propio camino, que al fin y al cabo, es el de tod@s.
Ahora que ya vislumbro el final, doy las gracias por lo vivido y busco una playa retirada para recoger las fuerzas que he ido derramando día a día.
No será mucho el tiempo que necesite porque ya sonrío, ya pienso en el futuro y en volver a las tablas y las celdas para hacer la vereda un poco más fácil a otr@s.
Como ves, aunque he tardado, te sigo escribiendo cansada pero feliz. Gracias por esperarme. La mar sin orilla no es mar.

Texto: Cris Carrasco García
Imagen: Irina Dzhul