lunes, 27 de octubre de 2025

El otoño y sus horas


 Qué pereza esto de dos veces al año tener que aclimatarse a un nuevo horario. Mi pareja me ha informado de que esto viene del otro régimen que quiso adaptar nuestro horario al de Alemania porque allí también vivían en otro régimen.
Pero es que ya ha llovido desde entonces ¿no? 

Yo voto porque nos dejen en paz de tener que optar si la tortilla de patata con cebolla o sin cebolla, de que te llamen hortera si te gusta la pizza con piña o de tener que adaptarnos dos veces al año a la hora nueva. 

Ajustemos los relojes de una vez y para siempre, por favor, que el otoño me encanta, que las calabazas me saben a golosina, que el sabor de los boniatos es un sueño, que me gusta recoger alguna que otra hojita seca y pegarla en mi diario pero me sobra el ajuste al que se nos obliga todos los años el último fin de semana de octubre y el último de marzo. Porque por unos días no sé si tengo sueño o estoy cansada y me pregunto continuamente por qué me muero de hambre o no tengo ganas de probar bocado, entre otras cosas ¿es necesario este desbarajuste?

No sé si en Estados Unidos cambiarán la hora también, pero seguro que Diane Keaton estaría de acuerdo conmigo si conociera esta realidad. Porque era muy guay y todas las guays estamos hartas de este disturbio estacional.  Por cierto, me da mucha pena que se nos haya ido una guay. 

Y ya que este lunes prejálogüin he mezclado los relojes con Diane Keaton, me permito otra licencia para contaros que la foto de esta semana es el cielo de octubre que he seleccionado para el reto anual de cielos de Locos del clic en Instagram. 

Parece que esta reflexión, si se le quiere llamar así, es disparatada, pero tiene un denominador común: el otoño, esa estación donde te sientas en el sofá con la mantita encima y mientras te dispones a ver una peli de romance navideño dos meses antes de navidad, tu mejor amiga te manda un whatsapp para decirte que recuerdes que esta madrugada a las tres serán las dos otra vez y que no te olvides de cambiar el reloj pero tú le respondes que en qué mundo vive porque todos los relojes de tu casa son electrónicos y se cambian solos... menos el de la cocina, que sigue siendo analógico y desde esta madrugada marcará la hora correcta porque en primavera no la cambiaste. Es que el cambio de hora te da pereza. 

Seguimos con el blog de los lunes, amigas. 

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Texto: Cris Carrasco García
Imgen: Cris Carrasco García