miércoles, 16 de octubre de 2019

Luces y sombras



Querida hermana:

Espero que estés bien, feliz y en paz.

Este, como sucede en los últimos tiempos, es un otoño que se empeña en ser verano. Pero un día, no dentro de mucho, dejará a un lado su disfraz de sol perpetuo y nos mostrará su cara de hojas color ocre. Sólo tenemos que esperar un poco. 
Quiero estar un poquito más contigo y con todos los seres imaginarios o no que pueblan mi mundo de letras y escritos y por ello he solicitado un respiro en una parte del voluntariado. 
Os echo de menos. A ti y a la poesía. A la prosa. Al vuelo libre de la imaginación y a los sueños. Os debo fracciones de mi tiempo y deseo pagaros mi deuda. 
Sé que sonríes mientras lees ésto y me alegro de que te sientas feliz. 

Ayer vino Queralt ¿La recuerdas? La que cuando íbamos al campo recogía hierbas para, según ella, hacer pócimas... está creciendo deprisa y ya no sé si sigue recogiendo hierbas para sus pócimas pero sigue siendo un ser muy sensible que desprende una luz luminosa. 

Fue bonito que viniera ayer porque alegró la tristeza que siento por lo que está ocurriendo en lugares donde se han tomado las calles y las carreteras y todo se está tiñendo con el humo negro de las cargas y de las barricadas. 

En una misma tarde, tuve la alegría de la luz y la tristeza que produce contemplar los desastres del odio. ¿Por qué odiamos con tanta facilidad? ¿Por qué no miramos lo que nos une y olvidamos lo que nos diferencia?
Pienso que antes o después tendrán todos que sentarse a hablar y espero que para entonces el odio no haya cometido daños que ya nunca se puedan reparar.

Con este deseo me despido de ti hasta muy pronto.

Que el humo blanco de mi esperanza lleve hasta ti mi abrazo. 

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Texto: Cris Carrasco García

Imagen: Mary Jane Ansell

viernes, 11 de octubre de 2019

Dos urracas beben agua



Dos urracas beben agua del cuenco de la terraza
y tienen las plumas del color del mar.
En sus alas esconden un poquito de brisa
con olas pequeñas y recuerdos que vuelan.


(Cris Carrasco García)
Imagen: Deborah Dewit


miércoles, 25 de septiembre de 2019

Un poema de Rossana Ombres



No me pareces nacido en esta tierra cálida, 
porque miras con la plata
de los ojos de los montañeros.

No has sido mi maestro de escuela
en uno de esos pueblos míos
donde el frío tiene un alegre perfume:
no me has enseñado los mares y las tierras,
no me has enseñado límites
ni el nombre de los colores.

No te he traído nunca, en tu fiesta
-como hacen donde nací-
una pareja de palomas 
o un ramillete de dalias:
ni te he pedido nunca las notas
con la cabeza baja
temblando como los tilos del verano.

Y sin embargo, cuanto te veo en la mesa
y dejas el bolígrafo
y quieres escuchar,
me siento ávida
del titilar de la tinta
sobre una tierra sin fronteras.

Tú me llevas al viaje desconocido
de la primera palabra negra
sobre el cuaderno nuevo.


Rossana Ombres

Imagen: Jessie Wilcox Smith

viernes, 6 de septiembre de 2019

Blanca de nieve

Querida otra hermana:


En mi ignorancia, nunca sentí que nos unieran demasiadas cosas. Tú eras deportista. Para mí hacer deporte consiste en caminar algún rato deteniéndome a cada instante para contemplar una flor, sentir un aroma o poner en orden mis alocados pensamientos.  Te gustaba la nieve. A mí sólo me atrae tras el calor de una ventana. Te colgaste una medalla olímpica. De mí alguien dijo alguna vez que escribía un poco bien. Fuiste una parte del show que debe continuar. Yo, en mi guarida de ermitaña espiritual,  sólo percibía tu vacío. 
Pero un día de verano, subiste una montaña y junto a un pino milenario, abandonaste tu cuerpo. 
Y entonces salieron a buscarte.Y entonces te supe frágil. Vulnerable. Sensible. Humana. Bella.


Te daba miedo el vacío. A mí también, hasta que comprendí que en el vacío cabe todo. 
Lo que me abruma, ¿sabes?,  Es cuando allá en lo alto, la montaña me muestra lo pequeña que soy. Tan pequeña como tú. Como cualquier ser humano. 
No importa que ahora hablen de tu cuerpo y las huellas que el tiempo dejó en él. Lo abandonaste donde querías, junto a los árboles y la tierra, junto al viento y bajo la lluvia. Eso ya es felicidad.
Quizá cuando trascendemos la crisálida de nuestra piel y podemos volar no nos sentimos pequeñas.

Que por sus cálidos senderos, la nieve conduzca hasta ti mi abrazo. 
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Texto: Cris Carrasco García
Imagen: Fred Calleri