lunes, 13 de octubre de 2025

Reflexiones después de un poema

 


El otro día escribí un poema después de mucho tiempo sin escribir poesía y sentí que volvía a casa. 

La pesía para mí es el terreno conocido, el hogar donde sabes encontrar la caja de galletas, los platos hondos y el alargador que necesitas para enchufar el cargador del móvil y seguir teniéndolo junto a ti porque no es que esperes una llamada muy importante, no, es que no sabes si tu mente de repente se preguntará si un ciempiés se rompe una pata anda cojo o no, y claro, necesitas que san Google te saque de esa duda existencial que de repente te ha surgido mientras se está cargando el móvil. 

Bueno, que me pierdo....

En definitiva: escribí un poemita pequeño pero que me gusta. Y volví al terreno conocido, que también me gusta porque eso de salir de la zona de confort (uf, qué ganas de vomitar cada vez que oigo la frasecita) no va conmigo. Yo, como tantos otros seres, me he pasado la vida fuera de mi zona de confort y ahora que estoy en ella de aquí no me sacan ni con agua caliente. 

La poesía es eso para mí. Pero zona de confort no es publicar. Ni los grupos de poetas. Eso no. Eso está fuera del equilibrio. 

Después del poema escribí en mi diario que me sentía bien y que quizá vuelva a ser poetisa sin publicar y que me acababa de venir una idea a la mente. 

La idea en cuestión es que una vez que un poema está cerrado y corregido, lo escribo a mano en mi diario y ahora voy a tener también un cuaderno solo para mi poesía, igual que tengo otro para los haikus. 

El cuaderno en sí fue un regalo de hace muchos años y no he sabido nunca en qué emplearlo pero ahora ha encontrado su sitio. Me pasa siempre con todos los cuadernos que me regalan: algunos llegan a estar años en el estante hasta que les encuentro una utilidad. Lo bueno es que antes o después siempre acabo encontrando la razón por la que llegaron a mí. 

Y como habréis deducido, el cuaderno es el de la fotografía  de arriba ¿a que es bonito?

Para terminar os dejo aquí el poema causante de tantas reflexiones:


La gaviota
bajo la lluvia de otoño,
planea, juega,
mientras yo maldigo los charcos
y la humedad del aire.
Yo soy
la que no planea con el viento,
la que no juega,
la que debe aprender de la gaviota
porque no sabe. 


Seguimos con el blog de los lunes, amigas. 

***

Texto y poema: Cris Carrasco García

Imagen: Cris Carrasco García